miércoles, 9 de marzo de 2022

Justificados por su gracia

Tema: Justificados por su gracia

 

 

 

“Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, porque ellos serán saciados”. Mateo 5: 6. 

En el principio de la existencia del hombre, había una relación bien cercana con Dios; es decir, había comunión con nuestro creador, pero por causa de la desobediencia, esa comunión se rompió. Partiendo de ese punto, podemos entender que la necesidad más grande en el ser humano, es volver a tener comunión con el Padre. 

La condición del hombre sin Cristo. 

Podemos estar saciados de toda clase de beneficios físicos y materiales, pero nada suple la necesidad de ser restaurados delante de nuestro Padre Dios, y esa restauración únicamente puede ser a través del Señor Jesucristo. 

El pecado produce muerte, porque el pecado separa de Dios, pues él es Santo, y separados de Dios no podemos tener vida, pues la vida solo la da él, porque Dios es el único que tiene vida en sí mismo. Cuando la gracia del Señor se activa en nuestra vida, es ahí que nos hace comprender que necesitamos volvernos a él; y esa comunión únicamente la recuperamos por medio de su Hijo Jesucristo, quien en nosotros produce Vida. 

A lo largo de la historia, según nos narran las Escrituras, podemos ver como algunos hombres anhelaban tener un encuentro más cercano con su Creador, y por la fe y el temor que mostraron hacia él, lo consiguieron, ejemplo de ellos, son Enoc, Noé, Abraham, y muchos más; quienes mantuvieron su fe, en la esperanza que vendría un redentor.

 

 

 

La necesidad de ser saciados de justicia. 

Así también, a través de las Sagradas Escrituras, podemos saber que el pueblo de Israel, específicamente los sacerdotes conforme a la ley, tenían que estar continuamente ofreciéndole sacrificios a Dios, por la culpa de sus pecados y del pueblo. 

Esto implicaba, sacrificios todos los días, y entrar al santuario una vez al año con sangre de animales (el Yom Kippur), que no podían quitar el pecado de en medio; siendo entonces los pecados una carga que no podíamos quitarnos de encima, que como consecuencia provocaba un clamor delante de Dios, por ser redimidos. 

Esa hambre y sed de justicia, es por la cual vino nuestro redentor y salvador Jesucristo, en su amor y misericordia, se entregó en sacrificio vivo y perfecto, para el Padre, y con su propia sangre nos limpió, quitando de una vez y para siempre el pecado de en medio. 

En el ser humano, siempre hay una tendencia a buscar la perfección en todo lo que hacemos, y esto es debido a que en el principio fuimos perfectos, porque habitábamos en perfecta armonía con el Padre. Esa esperanza de la perfección no será cortada, pues la Biblia dice que él nos perfeccionará en el día de su venida. 

De manera que la mayor necesidad de justicia, en el ser humano, es ser justificado de sus pecados ante el Padre, y Jesucristo siendo el único calificado para justificarnos, ya lo hizo, dando su vida en la cruz, él ha saciado nuestra hambre y sed. Jesús, se complace en responder a los que claman por ser justificados de sus delitos y pecados, porque él es amor; a él sea nuestra alabanza.  

 

 

 

Dios juzga en los cielos y en la tierra. 

Además, muchas injusticias suceden aquí en la tierra, del hombre contra el hombre, luchando por ganar riquezas y poder terrenales, ignorando que todo eso es pasajero; sin importarles todo el daño y dolor que le causan a su prójimo. 

Cuantas personas indefensas hay en el mundo clamando por justicia, y no son oídas, o quizás muchos de ellos ni siquiera tienen la libertad de pedir justicia. Aunque parezca que no tienen esperanza ya, lo cierto es que nuestro Señor Jesucristo ha dado la promesa de que serán saciados, y su promesa se cumplirá. 

Nuestro Padre Dios, va a juzgar todas estas cosas, y dará el pago en persona dice su Palabra. Él ha prometido saciar a los que claman por justicia; nos ha justificado ya, a todos los que creemos en él y le obedecemos; y lo ha hecho por medio de su sangre bendita; así también libertará a todo aquel que clame por justicia, y lo hará por medio del poder de su santa palabra; él es el Rey y Señor en los cielos y en la tierra. 

No te canses de clamar a Dios, porque ciertamente te responderá; y si aún no le has entregado tu vida, hoy es tu oportunidad, no la dejes pasar; la necesidad de tu alma es más grande que cualquier necesidad o problema en esta vida, y también al Señor le importa mucho responder a todas tus necesidades. 

Dile al Señor Jesucristo, con tus propias palabras que lo recibes como tu Señor y Salvador, y síguele. El saciará tu alma con su palabra viva, y añadirá en tu vida abundantes bendiciones. Dios te bendiga.   (Escrito por Yesenia Aguilar. Editado por Pastor Gonzalo Sanabria).

 

 

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