Introducción: Desde el
Antiguo Testamento el Señor ha establecido lugares donde como pueblo de Dios
debemos reunirnos para adorar y estudiar su palabra. El mismo Señor Jesús iba a
la sinagoga todos los días de reposo como era su costumbre. De igual manera la
iglesia neo testamentaria se reunía con frecuencia para adorar a Dios, por eso
dice la Escritura “No dejando de congregarse como algunos tiene por costumbre”...
Además de esta verdad, Dios
mismo nos ha hecho templo del Espíritu Santo, somos casa de Dios y debemos cuidar
ese privilegio. Acerca de esta poderosa revelación la palabra de Dios nos
enseña aquellas cosas que debemos evitar para no perder su presencia. David
mismo dijo: “No me eches de tu presencia, no quites de mi tu Santo Espíritu”.
Limpia tu casa y serás bendecido.
1) Dios mandó construir un santuario para él. Éxodo 25:8.
“Y harán un santuario para mí, y habitaré en medio de ellos”.
Es muy importante tener en cuenta que somos casa de Dios, somos templo
del Espíritu Santo. De manera que debemos tener clara la razón por la cual
existió el tabernáculo y el templo en Jerusalén, pues así será más fácil
comprender nuestra razón de vida y existencia hoy día.
Cuando Dios mandó a Moisés a construir el tabernáculo en el desierto le dijo:
“Harán un santuario para mí”. La palabra “santuario” aquí se traduce del
término hebreo “miquedash” que además quiere decir: Lugar consagrado.
Dios dijo: “santuario para
mí”, aquel lugar sería morada para la presencia de Dios, sería su casa en la
tierra, allí el Señor le hablaría a Moisés, allí manifestaría su voluntad (su
palabra) y su gloria se dejaría ver.
Además dijo el Señor: “y
habitaré en medio de ellos”. Ha sido el plan y deseo de Dios habitar en medio
del hombre, él desea ser el centro y razón de nuestra vida. No quiso sólo
habitar en su trono celestial, planeó establecer su presencia en medio de los hombres.
Luego de establecerse el
pueblo hebreo en Jerusalén se construye allí un hermoso santuario a través del
rey Salomón, y aquel templo para Dios se convierte en el centro de Israel y de
las naciones alrededor. Venían a orar, a adorar y a tener su encuentro con el
Señor.
Lamentablemente con el
tiempo la nación cayó en la rutina religiosa, el encuentro con Dios se llenó de
formalismos vacíos, y la presencia de Dios poco a poco fue menguando. Es esto
lo que sigue pasando hoy, cuando descuidamos nuestro primer amor hacia
Jesucristo el Señor, cuando no nos importa menospreciar y apagar la obra y
persona del Espíritu Santo.
2) En dos ocasiones Jesús limpió el templo de Jerusalén.
Juan 2:13-17. Esta primera purificación
ocurre al comienzo del ministerio del Señor Jesús. Para la fiesta de la pascua
venían judíos y prosélitos de lugares muy distantes y de otros países. Por eso
la venta de animales y los cambistas, pues era necesario cambiar monedas
extranjeras por las locales para comprar allí.
“y subió Jesús a
Jerusalén. Y halló en el templo a los que vendían bueyes y ovejas y palomas, y
a los cambistas sentados. Y haciendo un azote de cuerdas, echó fuera del templo
a todos, y las ovejas y los bueyes; y desparramó el dinero de los cambistas, y
trastornó las mesas; y dijo a los que vendían palomas: Quitad de aquí esto, y
no hagáis de la casa de mi Padre una casa de mercado” Juan 2:13-16.
Cuando Jesús llega al templo ve que están haciendo estas cosas pero en el
templo del Señor (no lo estaban haciendo en el lugar indicado, y esto demostraba
que le estaban dando más valor e importancia al negocio que a la presencia de
Dios).
Entonces el Señor Jesús impulsado por el celo de Dios hace un azote de
cuerdas y expulsó del templo a los vendedores y a los cambistas. Indignado
dijo: “Quitad esto de aquí, y no hagáis de la casa de mi Padre casa de
mercado”.
Quizá algunos sacerdotes o escribas no veían aquellas ventas en el templo
de manera correcta, y hasta habrán levantado su voz en contra, pero la mayoría
del sacerdocio y las autoridades religiosas aprobaban estas prácticas, tal vez
algunos justificándose expresaban buenos sentimientos (quizá decían: “debemos
atender a los extranjeros bien y facilitarles las cosas” o “no hay nada malo en
estas hermosas palomas y ovejas aquí”); pero Jesús condenó lo que estaban
haciendo.
A veces permitimos en nuestra casa (es decir cuando somos los
responsables de la casa) cosas y prácticas que Dios aborrece. Aquí nos habla de
mercado, esto es figura o representa los negocios ilegales, representa aquella
ambición desmedida por el dinero, anhelo por prosperar materialmente aunque
esto signifique descuidar o perder la presencia de Dios.
En otras ocasiones permitimos en casa, siendo la autoridad allí, cosas
que a Dios le desagradan, por ejemplo: fiestas y licor, hijos que se quedan con
su novia en el cuarto hasta el otro día, armas, drogas, etc.
Mateo 21:12-14. En esta segunda ocasión
Jesús está terminando su ministerio en ésta tierra. Después de expulsar a los
vendedores y cambistas nuevamente dijo: “Mi casa, casa de oración será llamada;
mas vosotros la habéis hecho cueva de ladrones”.
El hecho de que sea la segunda vez nos permite ver la dureza, terquedad y
obstinación del corazón humano, a pesar de haber sido corregidos antes, vuelven
a hacer lo mismo. Reflejo, sin duda, de nosotros y de nuestras rebeliones.
La expresión “Mi casa, casa de oración será llamada, pero vosotros la
habéis hecho cueva de ladrones” nos permite reflexionar en nuestra casa. A
veces en casa acogemos o guardamos cosas que debemos más bien expulsar como
Jesús lo hizo.
Hablamos de cosas robadas, por ejemplo, de las cuales incluso a veces nos
jactamos porque “las conseguimos baratas”. Pero esto le da autoridad a las
tinieblas para afectar la economía de aquella casa. A veces guardamos en casa
objetos que han sido consagrados a la brujería o al ocultismo, etc.
Somos nosotros templo de Dios, somos casa del Señor, somos templo del
Espíritu Santo, y por eso el Señor nos dice que debemos ser casa de oración,
casa de adoración. Nos ha sido dado este cuerpo por templo del Dios vivo, no es
nuestro, es de Dios y por eso dice el Señor: “glorificad, pues, a Dios en
vuestro cuerpo y en vuestro espíritu, los cuales son de Dios” 1 Corintios 6:20.
Así como el Señor Jesús purificó o limpió el templo en aquel entonces,
debemos nosotros también limpiar nuestro templo. Recordemos que el apóstol
Pablo dijo: “limpiémonos de toda clase de contaminación de carne y de espíritu,
perfeccionando la santidad en el temor de Dios” 2 Corintios 7:1.
A veces permitimos en el templo, el cual somos nosotros, cosas que no
deben estar allí; rencores, odios, deseos de venganza, pasiones desordenadas,
inmoralidad sexual, codicia, robo, murmuración y calumnias, mentiras, resentimientos
hacia el esposo(a), desobediencia a la autoridad, etc; y esto debe ser
expulsado de nosotros, pues estorba la presencia de Dios.
El versículo catorce nos dice que después de aquella limpieza “vinieron a
él en el templo ciegos y cojos, y los sanó”, es decir limpiar nuestra casa o
templo hará que el poder de Dios fluya con libertad.
3) Cuando el tabernáculo y el templo se consagraron a Dios su presencia
llenó la casa.
Según Éxodo 40 cuando Moisés consagró
el templo a Dios la nube del Señor llenó la casa (la nube representa la
presencia del Señor) y la gloria de Dios llenaba de tal manera el templo que ni
Moisés podía entrar. Recordemos que en el Nuevo Testamento Dios dice: “No os
embriaguéis con vino, más bien sed llenos del Espíritu Santo”.
Leamos 2 Crónicas 7:1 “Y cuando Salomón acabó de orar, descendió fuego del cielo y consumió
el holocausto y las víctimas; y la gloria de Jehová llenó la casa”.
En el capítulo anterior (seis) se nos
dice que Salomón consagra o presenta el templo a Dios, y ahora se nos dice que
cuando Salomón termina la oración “descendió fuego de los cielos”. Uno de los
símbolos del Espíritu Santo en la Biblia es el fuego.
Por eso cuando Cristo ascendió al
cielo y su sacrificio fue aprobado, del cielo vino sobre los ciento veinte el
Espíritu Santo y se les aparecieron lenguas repartidas, como de fuego,
asentándose sobre cada uno de ellos, y fueron todos llenos del Espíritu Santo.
En el Antiguo Testamento tanto el
tabernáculo como el templo fueron llenos de la gloria de Dios, y nos revela
esto que el objetivo del Señor al hacernos templo suyo es llenarnos de su
presencia y de su gloria.
4) La presencia de Dios en la casa traerá múltiples bendiciones. 2 Samuel
6:10-12.
“Así que David no
quiso traer a sí el arca de Jehová a la ciudad de David; más la llevó David a
casa de Obed-edom geteo. Y estuvo el arca de Jehová en casa de Obed-edom geteo
tres meses; y bendijo Jehová a Obed-edom y a toda su casa. Y fue dado aviso al
rey David, diciendo: Jehová ha bendecido la casa de Obed-edom, y todo lo que
tiene, a causa del arca de Dios. Entonces David fue, y trajo con alegría el
arca de Dios de casa de Obed-edom a la ciudad de David”.
Los versículos anteriores a
este pasaje nos enseñan que David procura llevar el arca de Dios (símbolo de la
presencia divina) a Jerusalén. La llevaban sobre un carro nuevo y Uza y Ahío
guiaban el carro, pero de pronto los bueyes tropezaron y Uza extendió su mano
para sostenerla, pero el furor de Jehová se encendió y Uza fue herido por Dios
y cayó muerto.
Ante lo sucedido David
temió y decidió entonces dejar el arca de Dios en casa de Obed-edom geteo. ¿Por
qué Uza murió? Cuando hacemos las cosas, aunque sea con buenas intenciones,
pero no se hacen según el modelo de Dios nunca saldrán bien.
El arca debía ser llevada
por la familia de Coat (los coatitas eran los únicos designados por el Señor para
trasladar el arca de Dios), y no por la familia de Abinadab (padre de Uza y
Ahío) y antes de trasladarla tenían que ser santificados o purificados.
También Dios había
instruido a su pueblo para que llevara el tabernáculo sobre sus hombros y no
sobre carros, éste era un modelo filisteo y no de Dios. Llevar las cosas
santas, servir a Dios es un privilegio y también una responsabilidad (eso es
llevar sobre los hombros).
Entonces el arca de Dios se
queda finalmente en casa de Obed-edom geteo, es muy interesante ver lo que el nombre
“Obed” quiere decir: servidor, adorador; probablemente era un levita que vivía
cerca de Jerusalén. Y esto nos habla de su corazón, era un hombre que servía y
adoraba a Dios, fue para él, sin duda, un privilegio tener el arca de Dios en
su casa.
Recordemos que el arca de
Dios es símbolo de la presencia divina, y cuando la presencia de Dios viene
sobre una persona, casa o templo, aquel lugar es bendecido en todas las áreas.
Veamos por ejemplo el caso de Obed-edom, en su casa estuvo el arca de Dios tres
meses y fue bendecido poderosamente, nos dice la Escritura que:
Dios lo bendijo a él y a toda su casa. El Señor bendijo a Obed-edom, a su
esposa y a sus hijos. Esto es algo que
todos deseamos y lo hace la presencia de Dios.
Personas vinieron a David y le dijeron: “Dios ha bendecido la casa de
Obed-edom y todo lo que tiene, a causa del arca de Dios”. Fueron bendiciones
notorias las que estas personas vieron en la casa y patrimonio de Obed-edom
(sus ganados, cosechas, negocios, etc), tanto que dijeron “David te estás
perdiendo estas bendiciones y debemos traerlas a Jerusalén”.
Lo más importante no son
las bendiciones, sino la presencia de Aquel que bendice. Si procuras primero la
presencia de Dios, si limpias la casa o templo él traerá mayores niveles de su
presencia y todo, todo será diferente.
Conclusión: Es necesario tomarnos el tiempo y permitir al
Espíritu Santo su dirección para despojarnos de aquellas cosas que están
impidiendo la bendición, identifica los obstáculos que están deteniendo y
estancando las bendiciones de Dios. Es decir, aquellas cosas que no permiten la
presencia de Dios fluir con mayor fuerza en tu casa, en tu templo.
Escrito por Pastor Gonzalo Sanabria.
.
No hay comentarios:
Publicar un comentario