sábado, 23 de octubre de 2021

Procuremos nuestra amistad con Dios

Reflexión: Procuremos nuestra amistad con Dios

 

 

 

Para todos es claro que para llegar a tener una buena y verdadera amistad, es muy importante un significativo conocimiento mutuo, invertir tiempo, es fundamental la sinceridad y mucho respeto, y por supuesto, todo esto sobre el diálogo continuo como base. 

Es interesante tener en cuenta, que la palabra de Dios nos dice que el patriarca Abraham fue llamado amigo de Dios, lo que lo pone en una estima especial para el Creador. “Amigo de Dios” es un título que todo debemos anhelar. 

En este mismo sentido, la Escritura nos enseña que en el cristiano mora el Espíritu Santo de Dios, y él desea también ser el mejor amigo para cada uno de aquellos que han nacido de nuevo en Cristo. 

El espíritu Santo es nuestro “Paracletos”, palabra griega usada en la Biblia por el Señor Jesús, para referirse en varias ocasiones al Espíritu de Dios que había de venir, y que se traduce por lo general: Consolador.   

Esta palabra griega “Paracletos” indica a alguien que aconseja y enseña, además anima, defiende y dirige, es Aquel que procura que el cristiano se acerque más a la voluntad perfecta del Señor. Es Aquel enviado que puede ayudarnos a ser más como Cristo, él nos santifica, unge, redarguye, guía, en fin, es maestro, compañero y amigo.   

Literalmente, nos dice la Biblia en el evangelio según San Juan 14:16-18 “Entonces yo rogaré al Padre, y Él les dará otro Consolador para que esté con ustedes para siempre; es decir, el Espíritu de verdad, a quien el mundo no puede recibir, porque ni le ve ni le conoce, pero ustedes sí lo conocen porque mora con ustedes y estará en ustedes. No los dejaré huérfanos, vendré a vosotros”. 

La palabra de Dios nos muestra el inmenso amor de Dios por nosotros, es tan grande que él mismo vino a dar su vida por nosotros, y luego viene a vivir en cada cristiano por el Espíritu Santo de Dios. Es su anhelo que cada día le conozcamos  más, allí está el disfrute de la vida eterna.   (Escrito por el Pastor Gonzalo Sanabria).

 

 

 

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