Introducción: A veces vivimos situaciones
difíciles en nuestra vida que no alcanzamos a comprender, y por tanto tampoco
conocemos cual pueda ser el origen de dicha adversidad.
Hay cosas que afectan nuestro
ser y su razón se encuentra en lo profundo de nuestro corazón. Permitamos que
la palabra de Dios haga su poderosa labor en nuestro ser…
La envidia es un enemigo silencioso.
Nos
cuesta trabajo creer que este vil sentimiento habite en nuestro corazón. Salmo
106:16-18 “Tuvieron envidia de Moisés en el campamento, y contra Aarón, el
santo de Jehová. Entonces se abrió la tierra y tragó a Satán, y cubrió la compañía
de Abiram. Y se encendió fuego en su junta; la llama quemó a los impíos”.
Este pasaje nos habla del evento ocurrido en
Números 16 en el que Coré, Datán y Abiram (con 250 varones hebreos más) se
levantaron contra Moisés y contra Aarón menospreciando y cuestionando su
liderazgo, el cual Dios mismo les había delegado.
La Biblia nos dice que los que se rebelaron eran
“príncipes de la congregación, miembros del consejo, varones de renombre” eran
pues hombres líderes y de influencia en la congregación de Israel. El libro de
los Salmos 106:16 nos dice que ellos “tuvieron envidia” y esa envidia los llevó
a la rebelión contra la autoridad que Dios había establecido.
Podemos concluir entonces que la envidia es una
semilla que genera rebelión. Podemos leer Números 16:11-12 “Por tanto, tú y
todo tu séquito sois los que os juntáis contra Jehová; pues Aarón, ¿qué es, para
que murmuréis contra él? Y envió Moisés a llamar a Datán y Abiram, hijos de
Eliab; mas ellos respondieron: No iremos allá”
Pasaje en el que la envidia generó murmuración y
desobediencia a las autoridades establecidas por el Señor (Moisés los mandó a
llamar dos veces, y en las dos ocasiones ellos respondieron: “No iremos”).
Lamentablemente esto terminó muy mal, pues la
Biblia nos enseña que la tierra se abrió y se los tragó con toda su casa y sus
bienes, descendieron vivos al Seol, y los cubrió la tierra, también salió fuego
y consumió a los doscientos hombres que los habían acompañado en su rebelión.
Todos ellos eran hebreos, conocedores de las obras
de Dios en Egipto y de la ley dada en el Monte Sinaí, pero albergaron en su
corazón la envidia y ésta generó la rebelión, y el triste resultado.
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Ellos no aceptaron que estaban equivocados, no
reconocieron que la envidia los estaba llevando por mal camino. Nos cuesta
trabajo reconocer y aceptar que estamos equivocados, pero es vital humillarnos
delante de Dios, corregir nuestros motivos y por tanto enderezar nuestro
camino.
Conclusión: El amor no tiene envidia, ni se envanece, es Dios Señor y proveedor de
todos. Lo que debemos hacer es acudir a su presencia para comprender sus caminos
y rendir nuestro corazón a su buena y perfecta voluntad.
Además de este artículo, te invitamos a
leer otros que bendecirán tu vida:
(Escrito por Pastor Gonzalo Sanabria).
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