Algo que definitivamente tenemos que aprender en el camino de la fe, es que es fundamental confiar en Dios, y no en nuestras propias fuerzas o en nuestra propia prudencia.
Nuestro corazón es engañoso, pero todo aquel que confía en Dios y depende de él será bendecido, Jesucristo será engrandecido en su vida. Un corazón humilde y sencillo será siempre un candidato para ser exaltado por Dios. Veamos esta reflexión:
Confía en Dios y no en tu propia prudencia:
Nos dice Juan 7:14-16 “Más a la mitad de la fiesta subió Jesús al templo, y enseñaba. Y se maravillaban los judíos, diciendo: ¿Cómo sabe éste letras, sin haber estudiado? Jesús les respondió: Mi doctrina no es mía, sino de Aquel que me envió”.
Cuando el Señor subió al templo él enseñaba y todos los que le
escuchaban quedaban impactados por su enseñanza, y los judíos maravillados
decían: “¿cómo sabe éste letras, sin haber estudiado?”.
Recordemos que Jesús nació en Belén, pero creció en Nazaret de Galilea,
y la región de Galilea, al norte de Israel, era una tierra con poca
escolaridad, y menospreciada por los judíos de la ciudad de Jerusalén.
Por eso se preguntaban acerca de Jesús ¿de dónde tiene éste letras, sin
haber estudiado? Ellos reconocían que su enseñanza era correcta y poderosa, y se admiraban
de tal conocimiento, pero aun así no creían en él.
Ellos estaban acostumbrados a que aquellos que enseñaban en el templo
tenían muchos años de estudio y pertenecían a alguna de las escuelas de los
rabinos o eran discípulos de algún maestro de la ley venerado y reconocido por
ellos.
Pero el Señor Jesús les deja claro en el versículo dieciséis que lo que
él sabe es doctrina y enseñanza de su Padre celestial. Esto nos recuerda la
importancia de no apoyarnos en nosotros mismos sino en Dios, no se trata de
nuestro conocimiento o de nuestras capacidades sino del poder de Dios que puede
hacer maravillas con aquel que se dispone. Busca a Dios y él hará cosas maravillosas a través de ti
Un corazón manso y humilde siempre reconocerá que todo lo que es y
tiene, lo ha recibido, no es suyo propio, y por tanto siempre dará la gloria a
Dios.
Recuerda que la palabra del Señor nos dice: “Toda buena dádiva y todo don perfecto desciende de lo alto, del Padre de las luces, en el cual no cambio, ni sombra de variación" Santiago 1:17.
Concluimos entonces que lo que somos es por la gracia de Dios, todo viene de su mano, él es el Padre de las luces, es decir, es él quien nos hace brillar con su favor y gracia, por eso toda la gloria y honra es de él y para siempre.
Te invitamos a leer:
Escrito por Pastor Gonzalo Sanabria.
"Con mi voz clamé a Jehová, y él me respondió desde su monte santo" Salmo 3:4.
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