Al final cosecharemos lo que hemos sembrado.
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lunes, 9 de abril de 2018
Introducción: Con frecuencia pedimos
a Dios sus bendiciones, su protección y aquellas victorias que deseamos ver.
También es muy importante considerar que es lo que Dios quiere que hagamos por
su reino. Es necesario no sólo pedirle al Señor su respaldo, sino disponer
nuestro corazón para hacer su voluntad y procurar el establecimiento de su
reino en la tierra…
Al final cosecharemos lo que hemos sembrado.
La siembra es un principio bíblico. Éxodo
25:1-2, 8; y 2 Corintios 9:6-10
“Jehová habló a Moisés diciendo: Di a
los hijos de Israel que tomen para mí ofrenda; de todo varón que la diere de su
voluntad, de corazón, tomaréis mi ofrenda… y harán un santuario para mí, y
habitaré en medio de ellos”. Mediante las ofrendas del pueblo fue edificado el
tabernáculo en el desierto.
Desde el libro de Génesis vemos
expresado el principio de la siembra y la cosecha. Allí se registra: “Produjo,
pues, la tierra hierba verde, hierba que da semilla según su naturaleza,
y árbol que da fruto, cuya semilla está en él, según su género, y
vio Dios que era bueno” Génesis 1:12.
El texto de 2 Corintios 9:6-8 nos
recuerda el principio no sólo de sembrar, sino de hacerlo bien. Una semilla
natural debe ser sembrada correctamente o puede echarse a perder. Así mismo
Dios nos dice aquí que debemos sembrar o dar con generosidad, con alegría,
voluntariamente.
Respecto al tabernáculo en el
desierto Dios habló a Israel, su pueblo, y les mandó recoger ofrenda para
construir el santuario. Es muy interesante recordar que ellos al salir de
Egipto salieron con joyas, excelente telas, entre otros, y muchas de esas cosas
luego fueron usadas para construir el tabernáculo en el desierto, vemos pues
que Dios nos bendice para que a su vez bendigamos la obra de Dios.
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Como cristianos responsables debemos
apoyar la obra de Dios. Por supuesto que debemos procurar un lugar cómodo y
bonito para congregarnos, sin descuidar lo más importante, y es que lo
principal de un templo no es el brillo, sino la presencia de Dios que se
manifiesta allí.
La presencia de Jesucristo es lo más
importante, él es quien marca la diferencia, él es quien da vida, es quien
salva y libera, Jesucristo es el Señor, es su luz la que más debe brillar. A
veces descuidamos esto, y el templo se llena del frio de la religión y de la
pesadez de la rutina.
Demos a Dios y al Espíritu Santo el
lugar que le corresponde, es decir permitamos que el Señor gobierne su iglesia,
y que su palabra de vida fluya siempre. Esa misma palabra nos recuerda que
debemos ocuparnos también de su casa, y no ser indiferentes a las necesidades
de la iglesia local.
Conclusión:
Sin duda lo más importante de nuestra vida es hacer la voluntad de Dios, es
caminar en su diseño y modelo. Permitamos que el Señor ponga en nuestros
corazones su voluntad, caminemos con fe en su propósito y él se ocupará del
resto. Cuando nos ocupamos de los planes de Dios y de la extensión de su reino,
él también se ocupa de nuestros planes y anhelos.
Escrito por pastor Gonzalo Sanabria.
Te invitamos a leer el sermón:
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