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SERMONES ESCRITOS

. . Sermones escritos - para predicar. A continuación ponemos a tu disposición un listado de sermones escritos, temas y textos c...

sábado, 29 de agosto de 2020


Sermón: Dios es restaurador por excelencia.




a) Sin duda alguna, nuestras metas en la vida y la visión de nuestro futuro están determinadas en gran medida por nuestra autoestima. Podemos considerar, por ejemplo, a Gedeón, quien no creía que Dios lo pudiera usar poderosamente, y cuando el Señor lo llamó a liberar a Israel de la opresión, él respondió diciendo: “Mi familia es pobre, y yo soy el menor en casa de mi padre”.  

b) Sin embargo, la misma palabra del Señor nos enseña que todo eso cambió cuando Dios le dijo: “Ciertamente yo estaré contigo”. Esto nos recuerda que no se trata de nosotros, sino de lo que Dios puede hacer a través de nuestra vida.  

c) Por esto, es que podemos concluir que el más grande enemigo de los israelitas para conquistar la tierra prometida no fueron los gigantes, sino su poca fe y baja autoestima. Es muy importante valorar los beneficios e importancia de una sana autoestima, por ejemplo el apóstol Pablo dijo:   

Digo, pues, por la gracia que me es dada, a cada cual que está entre vosotros, que no tenga más alto concepto de sí que el que debe tener, sino que piense de sí con cordura, conforme a la medida de fe que Dios repartió a cada uno” según la Carta a los Romanos 12:3.    

d) Una autoestima sana y correcta genera seguridad y produce firmeza ante las corrientes oscuras del mundo y del reino de las tinieblas: “No os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis cuál sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta” según leemos en la Carta a los Romanos 12:2.    

e) No podemos pasar por alto el cuidado que debemos tener con los extremos, es decir no debemos ser orgullosos ni soberbios, y tampoco permitir que los complejos de inferioridad nos lleven a la depresión, a la incapacidad y al aislamiento y temor.



f) Es muy importante mantener al respeto un sano equilibrio, pues una autoestima herida, lastimada o débil es arrastrada por las corrientes del mundo (hablamos de la violencia, el odio, las tendencias contrarias a la palabra de Dios, pandillas, adicciones, desenfreno inmoral, violencia y tendencias suicidas, entre otras cosas).    

g) En contraste, una correcta y sana autoestima nos lleva a valorar a todos los miembros del cuerpo de Cristo, como nos enseña la Biblia:

“Porque de la manera que en un cuerpo tenemos muchos miembros, pero no todos los miembros tienen la misma función, así nosotros, siendo muchos, somos un cuerpo en Cristo, y todos miembros los unos de los otros” según leemos en la Carta a los Romanos 12:4-5.       

h) Este pasaje bíblico nos permite observar la poderosa e importante relación entre el amor y la autoestima. El amor perdona, tolera, bendice, procura el bien del otro, etc. Mientras que los faltantes de amor determinan profundamente la autoestima de las personas, y por ende afectan sus capacidades relacionales; de igual manera afectan la visión de vida y actitud frente a los obstáculos.

i) Mediante ejemplos y casos de la historia podemos ver esto, por ejemplo, Gadafi y Stanley fueron líderes que ordenaban matar según su estado de ánimo, sus gobiernos se caracterizaron por la sangre, el fuego y una gran crueldad.



En ambos casos, al igual que en otros líderes similares, podeos identificar un gran faltante: la figura paterna y por tanto el amor de padre. Los faltantes de amor en el seno familiar determinan o afectan la autoestima. La condición emocional determina en buena medida el estilo de vida de cada persona.

j) A la luz de esta verdad, podemos concluir que es vital una buena relación con Dios, y desde ésta perspectiva es fundamental conocerlo como Padre; ya que esto restaura la paternidad y será bendición para el cristiano y para toda su familia y descendencia.  

k) La Biblia nos enseña que nuestro buen Dios ha preparado y desea la restauración plena del ser humano. Un sano concepto de sí mismo es vital no sólo para la vida normal, sino en el papel que cada hijo de Dios deba desempeñar ante los desafíos que él mismo le encomiende. 

Escrito por el Pastor Gonzalo Sanabria.




Te invito a escuchar la prédica: "El orgullo nos aleja de Dios".


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Después de ésta reflexión de introducción, comparto contigo un estudio e interesante comentario bíblico de la Carta de Pablo a los Romanos


La iglesia de Roma. Romanos 1:1, 7.

a) Las primeras comunidades junto al rio Tíber poco a poco crecieron y se unieron. Con el tiempo la unidad se afirmó, y creció su poder económico y político. Roma empezó a conquistar países, y se hizo dueña de los territorios alrededor del Mar Mediterráneo y más allá.

b) Para la época del Señor Jesús Roma se había convertido en imperio. En medio de éste nació una iglesia a la que el apóstol Pablo le escribe esta carta. La cual es considerada la más importante desde el punto de vista doctrinal. Enseña la historia cristiana que generales de Dios como Martin Lutero, Juan Wesley y Juan Calvino, fueron transformados por el poderoso mensaje que encierra la Carta a los Romanos.  

c) La iglesia de Roma no fue fundada por ninguno de los apóstoles, tal vez fue establecida por algún o algunos cristianos convertidos en el ministerio de Pablo en Asia, o por convertidos en el día de Pentecostés. Definitivamente Dios es soberano y usa a quien él quiere.     

d) Hasta el momento en que se escribe ésta carta Pablo no ha podido visitar la iglesia en Roma (Romanos 1:13-15). No especifica el apóstol la razón por la cual no ha podido ir, él dice: “Hasta ahora he sido estorbado”, la palabra estorbado es una traducción del término griego: “Koluo” que también significa: detener, impedir, refrenar. No podemos definir si fue la obra del diablo o una acción de Dios la que no permitió que él fuera a Roma.      

Propósito:

La Carta a los Romanos es la más extensa escritura de Pablo. Quizá por su extensión, valor doctrinal y teológico ocupa el primer lugar de los escritos del apóstol.

Pablo escribe ésta carta con varios propósitos:

En primer lugar busca preparar el terreno para el ministerio que iba a desarrollar allí y avanzar hasta España (Romanos 15:23-24). Nos deja ver esto la tremenda proyección de Pablo y su gran pasión por llevar el evangelio hasta el último rincón del mundo.  

En segundo lugar corregir mediante la enseñanza las tergiversaciones de la doctrina que se estaban presentando y poner por escrito el mensaje del evangelio que el Señor Jesucristo le había encomendado (Romanos 6:1-2, 15). Al parecer algunos estaban convirtiendo en libertinaje la gracia de Dios en Cristo. 

En tercer lugar procura Pablo corregir actitudes mal sanas de los judíos hacia los gentiles y de éstos contra los primeros, podemos verlo por frases como: “¿Qué, pues? Somos nosotros mejores que ellos? En ninguna manera; pues ya hemos acusado a judíos y a gentiles, que todos están bajo pecado… ¿Es Dios solamente Dios de los judíos? ¿No es también Dios de los gentiles? Ciertamente,  también de los gentiles” Romanos 3:9, 29. Había rivalidad entre judíos y gentiles.

Sermón: Dios es restaurador por excelencia. Estudio según la carta de Pablo a los Romanos. Sermones escritos para predicar


Fecha y lugar de redacción:

El apóstol Pablo escribe la carta en el año 56 después de Cristo aproximadamente. Él estaba en la ciudad de Corinto hospedado en la casa de Gayo (Romanos 16:23). Su secretario fue Tercio (Romanos 16:22). La carta es escrita hacia el final del tercer viaje misionero de Pablo. 

Carta compuesta por diez y seis capítulos, que presentan una introducción (Capitulo 1:1-15), una profunda sección doctrinal (1:16 – 11:36), un bloque que exhorta y anima (12:1 – 15:13) y un cierre compuesto por aclaraciones personales y saludos del apóstol (15:14 – 16:27).    

Sin lugar a dudas estamos ante el escrito más rico doctrinalmente hablando. Es un escrito sistemático, ordenado y sustentado abundantemente en el Antiguo Testamento. Martin Lutero acerca de la Carta a los Romanos dijo: “Es el principal escrito del Nuevo Testamento y contiene el más puro evangelio”.

EL EVANGELIO ES PODER DE DIOS. Romanos 1:1-32.

Pablo el apóstol: Romanos 1:1-2.

Observemos en primer lugar las tres expresiones con las que Pablo se presenta: siervo de Jesucristo, apóstol y apartado para el evangelio. Cada palabra encierra un significado muy importante, veamos:

Siervo: palabra traducida del término griego “Doulos” que significa: esclavo y/o servidor. Éste término tuvo su propia evolución llegándose a referirse a aquella persona que se entrega a la voluntad de otro; también indica uno que sirve a otro, sin la connotación de esclavitud.

Lo más seguro es que Pablo en su mentalidad hebrea se refiere al esclavo por amor del Antiguo Testamento quien se comprometía a servir fielmente a su señor por el resto de su vida (Éxodo 21:2-6). El apóstol expresa entonces su fiel y leal decisión de servir a Dios por el resto de su vida.          

En segundo lugar Pablo usa el término: apóstol, unido al término “llamado”. Así pues no fue por voluntad de hombres que Pablo servía a Dios, sino por una encomienda divina. Equipado con dones sobrenaturales particulares para ejercer dicha comisión: dones milagrosos, revelación profunda de las Sagradas Escrituras, capacidad para fundar y administrar iglesias, entre otros.

El término apóstol es traducido de la palabra griega “apostolos” que además significa: delegado, enviado, embajador. Palabras que nos dejan ver una labor mediante la cual dan a conocer el mensaje de su rey, los beneficios y características de su reinado y defienden a sus compatriotas en el extranjero, entre otros (cosas que en general también hacen los embajadores de estado hoy día).

Y en tercer lugar Pablo se presenta como el “apartado para el evangelio”. Es decir él fue escogido por Dios para una labor específica y designado para una función determinada. Notemos que dice: “apartado para” y no “apartado de”, él fue seleccionado para un ministerio y no para vivir aislado de las personas o instituciones. Recordemos que los fariseos pensaban que aislarse de las personas los hacia más santos, de hecho el término fariseos traduce separados en el sentido de aislarse de las personas y cosas.                      

La esencia del evangelio: Rom. 1:3-6.

Pablo menciona el tema central de la carta al comienzo de la misma: “el evangelio de Dios”. En estos versículos el apóstol describe la fuente, dinámica y objetivos del evangelio:

La fuente del evangelio es Dios mismo, y revela en su Hijo Jesucristo la salvación por la fe en su obra. El Espíritu Santo declaró mediante señales, maravillas y prodigios en la vida de Jesús que éste era el Mesías, y sin duda el más grande testimonio fue la resurrección del Hijo (versículos 3 y 4).

Tanto el Padre como el Espíritu una y otra vez testificaron que Jesús era el Mesías ¿por qué entonces no le recibieron como tal? Con frecuencia aunque seguimos a Dios, nuestros oídos y entendimiento están cerrados a la voz del Señor, al estar fijos en las distracciones del camino, o porque se ha permitido que el velo de la rutina religiosa cubra los ojos y el corazón.  

El anhelo del Señor es que este evangelio de Dios sea llevado a todas las naciones, y por esa proyección está allí en medio de Roma aquella iglesia (versículos 5-6). Esa pasión divina evangelizadora debe ocupar un lugar importante en el corazón del cristiano, pues debemos amar lo que Dios ama y hacer lo que él quiere. Una iglesia que no sale de sus cuatro paredes, es una iglesia que va por un camino diferente al que camina Jesús.              

Sermón: Dios es restaurador por excelencia. Estudio según la carta de Pablo a los Romanos. Sermones escritos para predicar

                    
Pablo el misionero: Rom. 1:7-15.

El apóstol escribe a: “los que estáis en Roma, amados de Dios, llamados a ser santos” (versículo 7). Es muy interesante ésta frase. En primer lugar hace referencia al territorio donde están: Roma.

La capital del imperio, con su gran comercio y vida licenciosa a disposición de todos sus visitantes y comerciantes de paso. Si la “sabiduría terrenal” era un “dios” de los griegos, los romanos adoraban el cuerpo humano. Eran difundidas las bacanales y fiestas desenfrenadas de los romanos. En medio de todo esto Pablo dice a la iglesia en Roma: “llamados a ser santos”.

Debemos destacar que pablo dice: “amados de Dios, llamados a ser santos”, pues esto nos deja ver que el amor de Dios, su fidelidad y bondad, misericordia y cuidado, deben ser el motor o razón de la santidad (que es apartarse de lo malo).

Como dijo Policarpo al ser amenazado de muerte sino negaba y blasfemaba al Señor Jesús: “como maldeciré a mi Señor, quien solo me ha hecho bienes?” y murió en la hoguera. El amor por Dios debe ser el generador de la obediencia y no el miedo.

Pablo se goza por la fe que desde Roma se divulga por todo el mundo (versículo 8-12). Es un intercesor a favor de aquella iglesia romana y encomienda a la voluntad del Señor el viaje a ellos. Años después Pablo viaja a Roma, pero no en las condiciones que esperaba, pues fue llevado como preso ante Cesar. Una vez en Roma, en una especie de prisión domiciliaria, pudo desarrollar el ministerio de la predicación por dos años, Hechos 28:16, 20, 30-31).

El evangelio por la fe: Rom. 1:16-17.

Podríamos pensar ¿puede un cristiano avergonzarse del evangelio? Creo que en primer lugar debemos definir el término vergüenza aquí. Desde la palabra griega implica temor y alejarse. La vergüenza se evidencia entonces cuando por algún miedo optamos por callar y no hablar de nuestra fe, o nos alejamos de Dios o de su cuerpo (la iglesia), o tal vez decidimos no servir al Señor en ningún aspecto por razones diversas.

Es muy importante la expresión de Pablo: “No me avergüenzo, porque el evangelio es poder de Dios para salvación”. Pues el término poder aquí se traduce de la palabra griega “dunamis” que significa: fuerza, capacidad, valor. Ese poder capacita o habilita al cristiano para dar el diverso testimonio del Señor.

Es la fe la que determina la vida del hijo de Dios (versículo 17). Por fe en la obra de Jesucristo nacemos de nuevo, por la fe creemos sus promesas y creemos que el Señor volverá. La fe determina nuestras acciones y estilo de vida, es la fe en Dios y en Su palabra la que hace vencedor a un cristiano.

Por fe y para fe, nos habla del origen y objetivo. Nacemos por fe en la Palabra de Dios y vivimos para hacer aquella palabra. Esa fe en Dios justifica al creyente.                          

La rebelión y la maldad humana: Rom. 1:18-23.

Es importante considerar aquí el carácter santo de Dios y la maldad del hombre, pues esto nos permite asimilar más el concepto de la ira divina (versículo 18). Veamos algunos términos usados aquí:

Impiedad. El término bíblico traduce perversidad, maldad, pecado. Los actos impíos son acciones de maldad donde se desecha todo temor de Dios, y hay una completa indiferencia y rechazo a la ley divina. Falta de reverencia ante el Señor. 

Injusticia. Indica en la Biblia engaño, agravio, ausencia de honestidad. Son actos de abuso en las relaciones interpersonales.

Detener la verdad. El término detener significa aquí: impedir el paso, retener, entorpecer, evitar. Es reprimir u ocultar la verdad de uno mismo, de los demás, de Dios y de su palabra.

Todas estas acciones humanas provocan la “ira de Dios”. Es su enojo y decisión de castigo ante la rebelión y resistencia de los hombres contra él. Dios es santo y justo, y no puede quebrantar su propia ley. Precisamente por esa demanda de justicia divina es que tuvo que morir Jesús por nosotros, el Señor perfecto y santo dio su vida por todos los pecadores.

En los versículos 21 al 23 se nos presenta la caída humana paso a paso como resultado del rechazo a Dios, veamos:

Se nos dice que los hombres no dieron la gloria al Señor, ni le agradecieron. La ingratitud precede la caída, pues el orgullo y la soberbia conducen a la humillación. 

“Se envanecieron en sus razonamientos” es decir abandonaron lo que de Dios sabían, y se fueron tras cosas vanas y sin valor.

“Su corazón fue entenebrecido” es decir sus motivos y sentimientos comenzaron a ser dirigidos por las tinieblas.

“Se hicieron necios y cambiaron la gloria de Dios por la imagen de criaturas corruptibles”. La más grande necedad es rechazar a Dios y su verdad, la más grande tontería es cambiar aquello que restaura y salva al hombre por la adoración o culto a todo lo creado.

Cuando el hombre adora la creación pierde su dignidad y diseño, pues fue creado por Dios para administrarla y no para adorarla. Cuando el hombre adora al Señor es restaurado en su identidad como hijo de Dios y como embajador del cielo.         

Sermón: Dios es restaurador por excelencia. Estudio según la carta de Pablo a los Romanos. Sermones escritos para predicar
                     

La degradación del ser humano: Rom. 1:24-32.

Ante el rechazo de los hombres, Dios permite que sigan su propio camino, el Señor los entrega a su propia y creciente inmoralidad. Cuando el hombre reemplaza al Dios verdadero y único por dioses falsos o demoniacos, se pierde la norma de lo correcto y santo, y el hombre es presa de su propia maldad, termina siendo esclavo de su propio pecado, pues sólo el poder de Cristo en el corazón puede regenerar al ser caído.

El resultado de la necedad y altivez del hombre es un caos trágico y destructivo. Vemos aquí una desenfrenada inmoralidad sexual y abundancia de obras de maldad. Se pierde todo respeto por el ser humano, se desecha todo valor por la vida y aún es menospreciada toda forma de amor por la familia. Éste texto nos recuerda lo sucedido en tiempos de Noé cuando la maldad se multiplico sobre la tierra y vino el diluvio. 


TODOS LOS SERES HUMANOS NECESITAN SALVACIÓN. Romanos 2:1-29

Desechemos la hipocresía: Rom. 2:1-4.

El espíritu fariseo es aquel que juzga y critica a los demás. Los fariseos se esmeraban por su presentación y religión externa, hacían énfasis en su apariencia, no demostraban en realidad quienes eran. Esto lo conocemos también como hipocresía. Pablo comienza el capítulo dos diciendo: “por lo cual”, lo que vincula lo que va a decir con lo que ha dicho en el capítulo anterior.

Una actitud hipócrita en una persona le lleva a juzgar y condenar a los demás, aunque ella misma también hace tales cosas. Al hacer esto se está condenando a sí misma. El versículo dos nos enseña que Dios guzga según verdad, es él quien conoce las cosas más profundas de nuestro corazón.

Por eso la Escritura también nos advierte: “Si alguno es sorprendido en alguna falta, vosotras que sois espirituales restauradle con espíritu de mansedumbre, no sea que tú también seas tentado” Gálatas 6:1.              

Desechemos la hipocresía, cultivando en nuestro corazón el fruto del Espíritu Santo, que es el carácter de Dios en nosotros, caminaremos entonces en benignidad y paciencia con los demás, no en juicios, calumnias o señalamientos nacidos en la condición de un corazón falso y aparente, sino en uno que reconoce su condición y necesidad de Dios.     

Consecuencias de la obstinación: Rom. 2:5-10.

Con frecuencia el hombre aunque sabe cuál es el consejo de Dios sigue su propio camino, haciéndose rebelde y obstinado, caminando hacia un resultado triste y doloroso. La terquedad y obstinación siempre cava un hoyo donde caerá. Es Dios quien siempre tiene la razón.

Estos versículos (Rom. 2:5-9) nos enseñan que la desobediencia e injusticia generan fracaso y desgaste sin resultados. La tribulación y la angustia son la consecuencia de hacer lo malo. Pero habrá gloria, honra y vida eterna para quienes perseveran en hacer el bien. Hacer el bien debe ser el estilo de vida del hijo de Dios, el libro de los Hechos nos dice que Jesús “anduvo haciendo bienes y sanando a todos porque Dios estaba con él” (Hch. 10:38).

El versículo 10 no sólo expresa las bendiciones de hacer lo correcto delante Dios, sino que nos enseña que la gloria, honra y paz vendrá sobre todo aquel que haga lo bueno, sin importar si es judío o griego, la bendición de Dios es para todos.             

Dios desea salvación y bendición para todos: Rom. 2:11.

Jesús ha venido a salvar a todos los seres humanos por su gran amor, esto implica que todas las personas necesitan salvación. La bendición de Dios está al alcance de todos, él espera que los hombres hagan lo bueno (versículo diez). Lo importante aquí entonces no es la nacionalidad sino la actitud del corazón.

“Dios no hace acepción de personas” nos dice el texto bíblico ¿esto qué significa? El término acepción es traducido de la palabra griega “prosopolepsía” que además significa: parcialidad, favoritismo, indica a uno que pervierte el derecho en juicio favoreciendo a los ricos y poderosos. Dios no hace esas cosas, él es justo y bueno, de su trono salen la gracia y la misericordia.    


Sermón: Dios es restaurador por excelencia. Estudio según la carta de Pablo a los Romanos. Sermones escritos para predicar


No hay injusticia en Dios: Rom. 2:12-16.

Dios usa la misma vara para juzgar a todos. Es muy interesante ver como el pasaje hace diferencia entre los oidores y los hacedores, y que son éstos últimos quienes serán justificados delante de Dios. Debe aclararse de que no hablamos de salvación por obras, pues la salvación es por fe, por eso está escrito: “justificados pues por la fe, tenemos paz para con Dios” (Rom. 5:1).

El texto más bien nos enseña que la verdadera fe en Dios nos llevará inequívocamente a hacer buenas obras, pues el buen árbol da buenos frutos. Nos enseña también el texto que toda persona que ha muerto sin Cristo en su vida, ha tenido escrita la ley de Dios en su corazón y que mediante su conciencia saben esto. Ese testimonio será la regla para su juicio final, esto sólo Dios lo sabe.        

No nos engañemos a nosotros mismos, Rom. 2:17-29.

En la iglesia de Roma había judíos convertidos a la fe cristiana, sin embargo por lo que hemos leído se consideraban “superiores o privilegiados” por el hecho de conocer la Ley de Moisés y ser hebreos circuncidados (señal del antiguo pacto). Lo que según ellos los hacia exentos de ciertas responsabilidades o culpa.

Pablo por el Espíritu Santo les enseña (y a nosotros también) que podemos caer en una rutina religiosa y en un conocimiento que no ha bajado al corazón, haciéndonos críticos y jueces de los otros, culpándolos de actos que nosotros mismos hacemos.

Por el orgullo religioso consideramos que por saber un poco más de la Biblia, o por tener más años siendo cristianos, o por servir al Señor en algún privilegio, podemos condenar los errores de nuestros hermanos y considerarnos “mejores” que ellos. Esto es engañarse a sí mismo.

No se trata de rutinas religiosas o actos ceremonialmente atractivos, sino de una vida genuina de comunión con Dios que se refleja en el diario vivir. Es el carácter de Cristo en la persona lo que Dios quiere mostrar.

Por eso dice: “no es judío el que lo es exteriormente, ni es la circuncisión la que se hace exteriormente en la carne, sino que es judío el que los es en lo interior, y la circuncisión es la del corazón, en espíritu, no en letra”. Las obras no nos salvan, el Salvador se llama Jesucristo, las buenas obras son el resultado o evidencia de haber nacido de nuevo. 


DIOS MISMO ES LA SOLUCIÓN AL PECADO DEL HOMBRE. Romanos 3:1-31

Los judíos recibieron la Ley, aunque su corazón fue muchas veces incrédulo: Rom. 3:1-4.

Dios confió a Israel su palabra y verdad en el transcurso del tiempo. El pueblo judío fue coleccionando o recopilando todas esas palabras y leyes y las vemos en el Antiguo Testamento. El hecho de que estas verdades y manifestaciones gloriosas de Dios hayan sido hechas a los judíos fue sin duda de gran provecho para ellos.

Recordemos que la misma Palabra nos dice: “Porque como desciende de los cielos la lluvia y la nieve, y no vuelve allá, sino que riega la tierra, y la hace germinar y producir, y da semilla al que siembra, y pan al que come, así será mi palabra que sale de mi boca; no volverá a mí vacía, sino que hará lo que yo quiero, y será prosperada en aquello para que la envié” Isaías 55:10-11. Entonces exponernos a la Palabra de Dios es una bendición.

Pablo explica que el hecho de que “algunos hayan sido incrédulos” no hace esto nula la fidelidad del Señor. Dios es fiel y veraz, aunque el hombre no confié en él y ni crea en Su verdad. Él no necesita la fe del hombre para existir, él sencillamente es Dios todopoderoso y eterno. Porque el Señor es fiel y verdadero puede el hombre confiar plenamente su vida en Dios.    

Dios es santo y por tanto juzga el pecado: Rom. 3:5-8.

Es necesario conocer y asimilar a Dios con todas sus facetas como es. Es decir no debemos formarnos una idea propia de quien es Dios, sino conocerlo a través de la revelación escrita y en la comunión personal con el Espíritu Santo. 

Dios es amor y también es bondadoso. Todo lo hace impulsado por su amor. También Dios es santo, y esa santidad lo lleva a juzgar y castigar cuando así lo demande la situación.

Como ser Divino y Santo debe ocuparse de la violación de su santidad. Esa condición demanda: “la paga del pecado es muerte”, y por eso era necesario que el Santo y Justo (Jesús) muriera por nosotros pagando el precio del pecado humano. 

Dado que es Dios santo ante el pecado demostrará esa condición. Sin duda es más glorioso y ventajoso para el hombre ver su manifestación santa en la eternidad con él, que conocer su juicio sobre el pecado eternamente alejados de Su presencia.

Tengamos presente el principio bíblico: “Lo que el hombre sembrare, eso cosechará”. Cuando el hombre siembra males esa será su cosecha, pero si siembra bienes y justicia, lo rodearan las bendiciones y recompensas divinas. Construye tu buen futuro, sembrando lo correcto en tu presente.              

Judíos y gentiles están bajo pecado, sólo Dios puede librarlos de su destino: Rom. 3:9-20.

Podemos preguntarnos ¿Tiene el hombre la capacidad en sí mismo para evitar o protegerse de la ira de Dios? De ninguna manera (dice Pablo), pues judíos y gentiles están bajo pecado. Pero ¿qué es estar bajo pecado?

La palabra “bajo” se traduce del término griego “jupo” que además significa: sujeto, condicionado, bajo la autoridad de. Es decir gentiles y judíos están sometidos al gobierno del pecado, necesitan ayuda externa, sus recursos personales no los pueden salvar o liberar.

Del versículo diez al dieciocho Pablo cita varios pasajes del Antiguo Testamento para presentarnos diversas formas de pecado, los tristes resultados del mismo, comportamientos indebidos del pecador y su falta de temor a Dios. Por todo esto toda boca se cierra y debe dar cuenta a Dios.     
  
Tres actos esenciales de la salvación: justificación, redención y propiciación, Rom. 3:21-26.

a) La justificación. Significa: declarar justo o inocente. 

Acto mediante el cual el Dios santo declara justo o absuelto al pecador que viene ante él, por cuanto Cristo ha llevado su culpa y castigo en la cruz. Esta justificación es gratuita e inmerecida (esto es gracia).

La demanda de la santidad divina ha quedado plenamente satisfecha en Jesucristo, quien totalmente santo y justo, recibió el castigo de la ira divina por nuestros pecados. Como ocurre en los estrados judiciales, el Padre Celestial es el Juez del universo visible e invisible, la Palabra de Dios es su ley, y cuando el pecador comparece ante él, la sentencia es condenación eterna.

Aquí aparece la solución en Cristo, quien además actúa como abogado defensor: “Hijitos míos, estas cosas os escribo para que no pequéis; y si alguno hubiere pecado, abogado tenemos para con el Padre, a Jesucristo el justo” 1 Juan 2:1. El diablo es el acusador quien con pruebas (muchos pecados o infracciones de la ley divina) viene a solicitar la condenación del reo.

Ante esto el Padre debe dictar sentencia, cuando el pecador se acoge a Cristo y a su obra por la fe, entonces el Juez del universo declara inocente o justo al pecador, por eso dice: “Justificados pues por la fe, tenemos paz para con Dios por medio de Jesucristo nuestro Señor”.

Nadie más te puede acusar o condenar, has sido declarado justo ante Dios por medio de Jesucristo, has sido justificado gratuitamente por su gracia.           

b) La redención. Traducción del término griego “apolutrosis” que además significa: rescate de esclavo o prisionero, librar por pagar precio de rescate. 

Seguramente pablo tiene en mente la figura del mercado de esclavos de esa época. Un hacendado o “señor” iba al lugar donde estaban quienes vendían y compraban esclavos, allí entraba y después de seleccionar la persona en cuestión, acordaba el precio con el dueño para la compra.

Una vez se realizada la transacción esa persona comprada era de completa propiedad del señor que le adquirió. Vemos esto por ejemplo cuando los hermanos de José lo vendieron a unos ismaelitas mercaderes y luego ellos lo vendieron al general egipcio Potifar.  

Para ser libre tenía que pagar el precio de su rescate o venir alguien y comprarlo a su dueño para luego dejarlo ir. Teniendo en cuenta esto Pedro dijo: “sabiendo que fuisteis rescatados de vuestra vana manera de vivir, la cual recibisteis de vuestros padres, no con cosas corruptibles, como oro o plata, sino con la sangre preciosa de Cristo, como de un cordero sin mancha y sin contaminación” 1 Pedro 1:18-19.

Por tanto no hay riquezas en el mundo que puedan redimir el alma del hombre, excepto la pura y perfecta sangre de Jesucristo. Podemos ver entonces aquí cuan alto y precioso es el valor del hombre para Dios.

c) La propiciación: acto donde se logra el perdón de pecados. 

En el pueblo de Israel una vez al año el sumo sacerdote entraba en el lugar santísimo, después de haber ofrecido sacrifico por su propio pecado. Allí quemaba el incienso preparado previamente (figura de nuestras oraciones hoy día) y una nube cubría el lugar. Luego el sumo sacerdote rociaba el propiciatorio (que es la tapa que cubría el arca de oro) y hacía era expiado el pecado de la nación de Israel.

Recordemos que el arca contenía tres elementos: una porción de maná, las tablas de la ley y la vara de Aarón que reverdeció.

Estos tres elementos nos recuerdan diferentes momentos de rebelión de Israel por el desierto: el maná fue la provisión de Dios cuando el pueblo se quejaba porque no había comida, las tablas de la ley que ninguno cumplía a cabalidad y la vara retoñada fue el medio que Dios usó para demostrar que Aarón era el escogido por Dios como sumo sacerdote cuando Coré, Datán y Abiram se rebelaron contra Dios, contra Moisés y su hermano.

Ese contenido estaba cubierto por el propiciatorio (cubierta o tapa) y cuando allí se derramaba la sangre del cordero (propiciación) entonces Dios era propicio al pecado de su pueblo, perdonándoles su maldad.

Es interesante tener en cuenta que en esa tapa (propiciatorio) había dos querubines de oro, pues también Dios puso dos querubines con espada en la entrada del Edén cuando el hombre fue expulsado para que nadie más entrara.

Pero estos querubines no tienen espada pues la atmosfera es de reconciliación y por eso sus ojos miran el propiciatorio siendo testigos del perdón de Dios por causa de la sangre del cordero. Es el lugar donde el hombre caído restaura su relación con Dios.            

La fe genera un vida cuyo centro es Dios: Rom. 3:27-31.

La vida que se apoya en sus propias obras para presentarse justa ante Dios, es una vida que hace a un lado el perfecto y completo sacrificio de Jesucristo. Ante la insuficiencia e incapacidad humana Dios proveyó un solo camino y mediador: Jesucristo su Hijo. Dios a través de su ley hace consciente al hombre de su condición, y ella se convierte en un sendero que debe llevarnos a Cristo, como el Cordero perfecto y suficiente.

Sermón: Dios es restaurador por excelencia. Estudio según la carta de Pablo a los Romanos. Sermones escritos para predicar



LA FE ES VITAL PARA SER JUSTIFICADO. Romanos 4:1-25

Abraham fue justificado por la fe: Rom. 4:1-5.

Dado que el hombre no puede alcanzar justicia delante de Dios, debe acogerse a la fe en la obra de Jesucristo el Señor. Cuando el hombre alcanza algo por sus obras ya no es por gracia. Dios diseñó que su Hijo llevara el castigo por los pecados del hombre en la cruz del Calvario, sólo su perfecta y pura sangre limpia de pecado al ser humano.

El Ser humano debe acercarse a Dios por la fe, es decir creer en la completa obra de Jesús para obtener el perdón divino, cuando el ser humano cree en Aquel que justifica al impío, la gracia del Señor se extiende sobre la persona, no es por obras sino por la fe.

David también se apropió de la justificación por la fe: Rom. 4:6-8.

El rey David en el Antiguo Testamento camino también sobre la justicia por la fe, y por ese conocimiento revelado y vivido expresa: “es Dios quien atribuye justicia sin obras”. Pablo toma las expresiones que el rey David usó en el Salmo 32:1-2, uno de los llamados Salmos de arrepentimiento.

Así pues, cuando un corazón se acerca a Dios arrepentido y con fe, recibe la justificación divina, sin obras o méritos propios. Esto es precisamente la gracia de Dios con los hombres.

No es por obras, sino por la fe: Rom. 4:9-12.

Recordemos que por mucho tiempo sobre todo en la época monástica el hombre procuraba alcanzar la gracia de Dios castigándose a sí mismo, o castigaba su carne para someter sus pasiones. Es decir mediante obras procuraba ser justificado ante Dios.  

Abraham alcanzo la justificación estando incircunciso (sin haber hecho ésta obra), y así Dios lo convirtió en padre de los gentiles que creen y no son circuncidados. Entonces Abraham es padre de judíos y padre de los que caminan en la fe.

Es importante recordar aquí el concepto de la circuncisión, que básicamente consiste en el corte del prepucio del varón, era una práctica antigua, anterior al pacto con Abraham, y Dios la tomó como señal de Su pacto.

Es útil desde el punto de vista médico por la higiene, pues favorece la limpieza, la pureza y la fecundación o multiplicación. Israel no logró entender, como Dios se lo dijo muchas veces, que la verdadera circuncisión es la del corazón, Deuteronomio 10:16 “Circuncidad, pues, el prepucio de vuestro corazón, y no endurezcáis más vuestra cerviz”.

La promesa y la fe: Rom. 4:13-16.

Abraham es padre de judíos y también de todos los creyentes no circuncidados. La promesa no sólo es para los judíos pues en vano sería la fe y la promesa sería anulada.

Abraham vino a ser heredero del mundo en la medida que es padre de todos nosotros, por cuanto como él hemos creído en la justicia por la fe. 

La fe de Abraham: Rom. 4:17-19.

El patriarca creyó en Dios y en su poder. Es interesante ver que para nada se destaca aquí las “virtudes o capacidades” de Abraham, pues el objetivo es señalar la obra única y sobrenatural de Dios. Vemos igualmente los obstáculos que tuvieron que superar y que lo hizo precisamente por su firme confianza en Dios.

“Dios da vida a los muertos”: Abraham experimento esto en el nacimiento de su hijo Isaac cuando ya no había posibilidad alguna de tener hijo.

“Llama las cosas que nos son como si fuesen”: hace referencia al poder de Dios para crear y dar vida. Lo material puede ser investigado y explicado por los hombres, pero la vida sólo puede darla y explicarla Dios mismo.

“Abraham creyó en esperanza contra esperanza”: esto quiere decir que Abraham creyó por encima de todas las dificultades y adversidades. Cuando no había posibilidad alguna humanamente hablando, el patriarca creyó en el poder de Dios, Abraham creyó y su esperanza se mantuvo firme en el Señor.

“No se debilitó en la fe” aunque por delante tenía obstáculos que superar, estos fueron: su cuerpo con casi cien años de edad y la esterilidad de la matriz de su esposa Sara.

La fe está basada en el poder y fidelidad de Dios: Rom. 4:20-25.

El patriarca decidió creer y por eso no dudo, más bien su fe le permitió fortalecerse ante el obstáculo, y alabó a Dios por esa fortaleza. La fe del patriarca estaba fundada en el poder y fidelidad del Señor quien cumple lo que promete. La fe no es una emoción o sentimiento, más bien es una profunda decisión que opta por creer en la fidelidad de Aquel que habla.  

Así como Abraham fue justificado por la fe, nosotros también recibimos la justicia de Dios por creer. El patriarca “creyó en Dios” y nosotros también, pero además creemos en el que levantó de los muertos a Jesús. Es decir hoy contamos con una revelación mayor. La resurrección de Jesús es una evidencia más de la fidelidad de Aquel que prometió, quien no dejó a su Hijo en el Hades, ni permitió que su carne viera corrupción.

La resurrección no sólo es la victoria de Cristo sobre la muerte, pues además ésta es un testimonio de que él completó la obra redentora demandada por el Padre celestial, y que está a Su diestra para interceder por aquellos que creen en él y en su obra.

Sermón: Dios es restaurador por excelencia. Estudio según la carta de Pablo a los Romanos. Sermones escritos para predicar


CUANDO LA MUERTE GENERA VIDA. Romanos 5:1-21

Bendiciones de la justificación por fe: Rom. 5:1-5.

Cuando el hombre se acerca a Dios y cree en la completa obra de Cristo en la cruz y en su posterior resurrección es justificado, es declarado justo, sus pecados han sido perdonados. Lo que procede ahora es vivir esa justicia, es decir, lograr que nuestra vida concuerde con ese estado espiritual que Dios nos ha concedido: justos.

Veamos en primer lugar lo que nos brinda la justificación:

“Paz para con Dios” mediante la justificación el muro de enemistad entre Dios y los hombres cae siendo restaurada la comunión entre el Creador y los seres humanos (versículo uno).

“Nos gloriamos en la esperanza de la gloria de Dios” es decir el corazón humano experimenta un gran gozo por la esperanza recibida de participar de la gloria de Dios (gloria que se perdió en el Edén). Versículo dos. 

Capacidad para vencer en las tribulaciones (angustias, presiones, pruebas, sufrimientos), lo que genera perseverancia y mayor fe en la esperanza (versículos tres y cuatro). 

“Amor” (versículo cinco). Palabra traducida del término griego “Agape”. Es una invencible bondad y buena voluntad que procura siempre el bien del otro. Es el amor sacrificial que da libremente y sin pedir nada a cambio”. Hemos sido facultados con éste amor por el Espíritu Santo que nos ha sido dado.            

La mayor prueba de amor: Rom. 5:6-11.

La más grande evidencia de que Dios se preocupa por nosotros de manera incondicional es que “siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros”. El Señor Jesús dio su vida y se ha ocupado de nosotros, aun cuando éramos transgresores de su ley, enemigos de Dios, rebeldes y sin temor de él, éramos blasfemos y osados ante su Nombre. Aun así nos amó con amor eterno.

El versículo diez nos enseña que siendo enemigos fuimos reconciliados con Dios. El término reconciliados es traducido de la palabra griega: “katalasso” que también significa: cambiar de enemistad a amistad. Entonces la reconciliación es una obra divina, que se desarrolla tomando como base el sacrificio de su Hijo Jesucristo y donde Dios extiende su gracia sobre el hombre pecador.         

El pecado y la muerte alcanzaron a todos los seres humanos: Rom. 5:12-14.

Rom. 5:12. El término hombre se refiere a Adán, al ser éste el representante de toda la humanidad (por cuanto sería su descendencia) todos los hombres en él pecaron. La consecuencia del pecado es la muerte, entonces la muerte pasó a todos los hombres.

Rom. 5:13-14. Desde Adán hasta Moisés, el pecado estuvo presente en el mundo. Pero estas generaciones no contaban con normas específicas como las que se dieron en el monte Sinaí (por eso una de los beneficios de la Ley es hacernos conscientes del pecado, y por tanto aparece la profunda necesidad de acercarnos a Dios).

La muerte vino sobre todos como efecto del pecado, incluso sobre que aquellos que no pecaron como Adán. Éste texto (Rom. 5:14) presenta a Adán como figura del que había de venir, haciendo referencia a Cristo, quien es llamado luego “el postrer Adán”.

El contraste entre el impacto de Adán y Cristo: Rom. 5:15-19.

Por la desobediencia de Adán la muerte se transmitió a todos los hombres, pero “mucho más” poderosa es la gracia en Cristo Jesús. La muerte es el resultado de la transgresión del hombre, mientras que la gracia es la acción misericordiosa gratuita de Dios.

A causa del pecado la muerte reinó, pero “mucho más” (frase que destaca el contraste) reinarán en vida los que reciben la gracia y el don de la justicia.  Recordemos aquí que la gracia hace referencia a un don o regalo inmerecido y la justicia es aquella que nos es otorgada por la fe en la perfecta obra de Cristo en la cruz.

Así como por la desobediencia de un hombre vino la condenación, por la justicia u obediencia de uno vino la justificación a todos los hombres, es decir la obediencia de Jesús alcanza a todos los afectados  por la desobediencia del primer hombre. 

El primer Adán falló guiado por su ego, y el postrer Adán: Cristo venció (por cuanto se sometió a Dios, se despojó para hacer la voluntad del Padre) y logró para nosotros multitud de beneficios.        

La gracia es camino a la vida eterna: Rom. 5:20-21.

La Ley hace consciente al pecador de su condición, y por ende lo acerca a Dios y a su sobreabundante gracia, y es ésta la que conduce a la vida eterna, destino del creyente al mismo tiempo que es su realidad.      

Sermón: Dios es restaurador por excelencia. Estudio según la carta de Pablo a los Romanos. Sermones escritos para predicar



EL PECADO Y LA GRACIA. Romanos 6:1-23.

No abuses de su gracia: Rom. 6:1-5.

La gracia de Dios es poderosa, pero esto no significa que la persona pueda seguir en el pecado y experimentar los beneficios de ésta gracia. Creer en Jesús es identificarse con él, esto incluye en identidad en su muerte (es decir nosotros morimos al pecado).

Pablo usa el bautismo para expresar esa identidad, por eso cuando una persona se sumerge en las aguas, el creyente es “sepultado” en Cristo y cuando sale de esa inmersión es para andar en vida nueva, esto es identificarnos con Su resurrección. También es nuestra bendita esperanza.   

La muerte de Cristo: Rom. 6:6-10.

Nuestro viejo hombre se refiere a esa vida anterior a la regeneración, y fue crucificada con Cristo, con el propósito de que no seamos esclavos del pecado. Cristo venció el pecado y por ende a la muerte, por eso es dador de vida y faculta al nuevo ser con la capacidad de vencer lo que él mismo venció: el pecado.

“Cristo en cuanto vive, para Dios vive”. Es decir el Señor murió por el pecado una vez por todas y ahora vive para gloria de Dios. La muerte ya no tiene poder sobre él, es decir Jesús nunca más morirá en una cruz o algo similar, su obra fue una sola vez y para siempre.  

Resultados que alcanzan al hijo de Dios: Rom. 6:11-14.

El texto nos anima a considerarnos muertos al pecado y vivos para Dios, para sus planes y voluntad. Esto implica que el pecado seguirá haciendo sus ofertas. Si estamos en Cristo tenemos la capacidad de impedir el reinado del pecado en nuestra vida.

Debemos presentarnos a Dios continuamente nuestro corazón y nuestros miembros como instrumentos para su voluntad. Al estar bajo la gracia de Dios el pecado ya no se enseñorea de nosotros, pues estamos bajo el señorío de Cristo.

La frase “Presentaos vosotros mismos a Dios” ¿qué significa? El término “presentaos” es traducido de la palabra griega: “parístemi”, que además significa: llevar a la presencia de; dedicar, presentarse ante. Lo que nos recuerda la importancia de la comunión con Dios, en la que rendimos nuestro ser y reconocemos nuestra debilidad, para que él viva en nosotros.     

La gracia y la santidad: Rom. 6:15-21.

El hombre es esclavo de aquel a quien se somete. El hombre es esclavo del pecado o de la obediencia a Dios, no hay más caminos o alternativas. Éramos esclavos del pecado, pero las cadenas se soltaron y somos siervos de Dios, y hemos abrazado la doctrina de Jesucristo.

Antes servíamos al pecado, ahora con la misma premura o habilidad debemos presentar nuestros miembros a Dios como instrumentos de justicia y tendremos como resultado la santificación, pues la consagración precede una vida de santidad.     

Al servicio de Dios: Rom. 6:22-23.

Ser liberados del pecado significa ser hechos siervos de Dios. Pretender vivir la vida nueva en Cristo a mi manera equivale a rebelión, pues el señorío de Jesús en mi vida implica someterme a él, vivir para mi nuevo Señor, pues el anterior (el pecado) me llevaba a la muerte y a la condenación eterna. La dadiva o regalo de Dios es vida eterna en Cristo Jesús, y por cuanto nos hemos rendido a él es ahora nuestro Señor.     

Sermón: Dios es restaurador por excelencia. Estudio según la carta de Pablo a los Romanos. Sermones escritos para predicar



PABLO EXPLICA LA RELACIÓN CON LA LEY. Romanos 7:1-25.

Libres de la Ley y al servicio del Espíritu, Romanos 7:1-6.

En los capítulos anteriores Pablo ha enseñado cómo la Ley muestra la condición del pecador, su destino y también señala a Cristo como solución. Pero ahora que hemos confiado en Jesús ¿Sigue la Ley culpando? ¿Cuál es su papel ahora? Pablo expone su pensamiento en los siguientes versículos.    

Así como la esposa queda libre de sus obligaciones respecto a su marido cuando éste muere, y aún puede casarse de nuevo sin que se le acuse de adulterio; de igual manera el que muere (es decir el creyente que murió con Cristo, por cuanto se identificó con él) es liberado de la ley y por tanto tiene libertad para pertenecer a Cristo.

Ahora pertenecemos a Jesucristo y así producimos fruto para Dios. Somos propiedad de Dios, le servimos a él, conscientes de que le pertenecemos. Servimos al Señor en un espíritu de amor, consagración y gratitud.      

El mortal engaño del pecado, Rom. 7:7-11.

La ley muestra el pecado, así como el nivel del carpintero hace manifiesto el desnivel de la madera. Por eso la ley no es mala, es usada por Dios para hacer evidente lo prohibido, y nos enseña que no vivimos rectamente.   

Vemos que el pecado en primer lugar engaña y luego produce muerte. Esta sucesión nos revela la falsedad del pecado y su principal objetivo: conducir a la condenación eterna.

El mandamiento divino revela cuan nocivo es el pecado, Rom. 7:12-14.

Dado que el hombre es un ser pecador está cegado para juzgar rectamente y hacer diferencia entre lo bueno y lo malo, y es precisamente la ley la que nuestra claramente qué es el pecado y cuál es su objetivo.  

“La ley es espiritual” es decir está llena del Espíritu de Dios por cuanto es producida por el Espíritu Santo. El apóstol no considera la ley mala, la cuestiona por el legalismo, pues se pensaba que por hacer muchas cosas Dios estaba obligado a bendecir. Pablo revela su lucha contra la naturaleza pecaminosa.   

El conflicto interno del cristiano, Rom. 7:15-23.

En esta porción el apóstol Pablo expresa la intensidad del conflicto interno, batalla que surge porque su deseo es servir a Dios, pero termina sirviéndose a sí mismo y al pecado. Él sabe que eso está mal pero no sabe cómo remediarlo, expresa su impotencia ante el pecado, pues termina haciendo lo que aborrece.

Pablo en su hombre interior se deleita en la ley de Dios, pero hay otra ley: la de los miembros o la naturaleza pecaminosa, cuya fuerza es grande y lo lleva cautivo al pecado.

Es muy interesante ver que el corazón del hombre reconoce cuan buena es la ley de Dios, pero ante la naturaleza caída es hombre no puede obedecer esta ley. A continuación vemos a Pablo expresando un desesperado grito de fracaso y pide ayuda.    

El campo de batalla es nuestro cuerpo, Rom. 7:24-25.

Ante las consecuencias del pecado el hombre se concientiza de la necesidad de ayuda externa. Él mismo alaba a Dios dando gracias por Jesucristo el Señor. El apóstol sabe que Jesús es la provisión del Padre para traer libertad. Pablo sirve a Dios con su mente, pero con su carne sirve o está sujeto a la ley del pecado.    


EN CRISTO Y POR EL ESPÍRITU SANTO HAY VICTORIA. Romanos 8:1-39.

En Cristo somos libres de condenación, Romanos 8:1-4.

En Cristo somos libres de condenación, porque fue precisamente él condenado por nosotros. No hay castigo para el hijo de Dios porque Cristo sufrió el castigo. Pablo expone ahora unas leyes o principios que rigen o influyen la vida del ser humano. Era imposible en la carne seguir la ley de Moisés. Entonces Jesús se hizo carne como nosotros, pero no pecador.      

El pecado como principio de rebelión contra Dios fue condenado en la carne de Jesucristo, de manera que la justicia de la ley se cumpliese en nosotros, es decir el juicio por la desobediencia del hombre fue llevado en el cuerpo de Jesús y por tanto entendemos mucho más el costo del pecado y somos más conscientes de la necesidad de caminar en la ley del Espíritu de vida.    

La vida en el Espíritu Santo, Rom. 8:5-13.

Encontramos dos clases de personas: los que son de la carne y los que son del Espíritu. Los primeros cuya mente piensa en las cosas de la carne se ocupan de una vida pecaminosa, y los otros cuya mente piensa en las cosas del Espíritu se hallan ocupados en lo que da vida, es decir viven bajo la dirección y poder del Espíritu Santo.

Los resultados son muerte para los que se ocupan de la carne, y vida y paz para los que se ocupan del Espíritu. Los que se ocupan de la carne no pueden agradar al Señor, pues ésta es rebelde y no quiere someterse a Dios.   

Los que son de Cristo (nacidos de nuevo) tienen al Espíritu Santo, y esto es garantía de que así como Dios resucitó a su Hijo Jesús también vivificará el cuerpo mortal de los creyentes, esto nos habla de aquel cuerpo inmortal y glorioso que Dios otorgará a cada uno de sus hijos en un abrir y cerrar de ojos.

Estas verdades hacen que seamos deudores no a la carne sino al Espíritu, y cuando por el Espíritu hacemos morir las malas acciones y deseos del cuerpo, viviremos. No sólo experimentaremos vida eterna en el futuro, sino que ahora podemos vivir la vida abundante y sobrenatural que Cristo ha venido a traer a los hijos de Dios.

Los hijos de Dios son guiados por el Espíritu Santo, Rom. 8:14-17.

El pasaje declara una característica que debe existir en los hijos de Dios: “ser guiados por el Espíritu Santo”. “Guiados” es un verbo que aparece originalmente en presente y pasivo, esto quiere decir que es el cristiano quien debe permitir ser guiado por el Espíritu.  

Al nacer de nuevo hemos recibido un espíritu de adopción y no de esclavitud, significa esto que la mente de esclavitud que genera temor es reemplazada por el espíritu de adopción que nos capacita para acercarnos a Dios como Padre y desarrollar una comunión íntima y genuina, y es precisamente por esto que el Espíritu Santo da testimonio a nuestro espíritu de que somos hijos de Dios.    

A los hijos de Dios y a la creación les aguarda una gloria maravillosa, Rom. 8:18-25.

Las aflicciones presentes no son comparables con la gloria que nos espera. Por aflicciones entendemos persecuciones, rechazos por la fe, la lucha con las pasiones del cuerpo, etc.

Debemos tener presente que así como el Señor Jesús caminó en la tierra en un nivel de gloria, Dios Padre también ha diseñado que sus hijos caminen aquí con ciertos niveles de gloria. Podemos recordar también el caso de Moisés cuyo rostro resplandecía impactado por la gloria de Dios en cuya presencia había estado. 

La creación misma espera la manifestación gloriosa de los hijos de Dios pues esto le trae libertad de la corrupción a la que está sujeta, ya que la tierra fue diseñada para ser administrada por los hijos de Dios.

Por eso la creación gime y aún nosotros mismos que tenemos al Espíritu Santo esperando la redención de nuestro cuerpo, para vivir con un cuerpo glorificado libre de la muerte, enfermedad, aflicción, dolor, rebelión y de todo resultado del pecado.   

La intercesión del Espíritu Santo, Rom. 8:26-27.

La debilidad es la incapacidad del creyente para orar sabia y eficazmente. Es aquí donde el Espíritu Santo que nos ha sido dado viene en nuestra ayuda intercediendo por nosotros y Dios Padre comprende la obra e intención del Espíritu, quien intercede en una completa armonía con la voluntad de Dios nos garantiza una respuesta maravillosa.

Con Cristo somos más que vencedores, Rom. 8:28-30.

Dios mueve su mano soberana y poderosa organizando las cosas en la vida de cada uno de sus hijos de acuerdo a sus propósitos eternos. ¿Quiénes son los beneficiarios de todo ese bien? Aquellos que manifiestan su amor por él continuamente.

Términos como: “Conoció” “predestinó” “llamó” “justificó” “glorificó” nos deja ver la obra soberana y amorosa del Dios creador sobre sus hijos. Pues el hombre no puede hacer o alcanzar ninguna de ellas por sí mismo. Destacar a Cristo como primogénito entre muchos hermanos, expresa que él es la cabeza glorificada y principal de todos los hombres.

El creyente tiene el respaldo de Dios sobre toda oposición, Rom. 8:31-39.

Dios Padre entregó a su propio Hijo y por eso tenemos la garantía de que nos dará con él todas las cosas. Al ser justificados en Cristo nadie puede acusar o condenar a los hijos de Dios, pues la obra de Jesús es perfecta y completa.

La poderosa obra de Jesús no puede ser obstruida por ningún poder u obstáculo pues nada nos podrá separar del amor de Dios en cristo Jesús.   


DIOS ES SOBERANO Y JUSTO. Romanos 9:1-33.

Pablo expresa su preocupación por Israel, Romanos 9:1-5.

El apóstol expresa su dolor por la ceguera de Israel, pues habían negado al Mesías. Estaría dispuesto a estar lejos de Dios, pero que su país estuviera cerca de él. Usa Pablo expresiones similares a las de Moisés cuando rogaba a Dios por el perdón de Israel o mejor sería ser borrado del libro de Dios (Éxodo 32:31-32).      

Pablo describe las bendiciones que Israel había recibido de Dios: pueblo escogido, un pacto único y lleno de beneficios, una legislación especial y aún los significativos patriarcas eran su ascendencia (Abraham Isaac y Jacob), y lo más importante fue que Cristo, en cuanto a la carne salió de los israelitas, y con una alabanza presenta a Jesús como Dios sobre todas las cosas (en contraste con la negación de Israel al no recibirlo como el Mesías enviado).        

Dios es soberano y encomienda misiones a individuos y a naciones, Romanos 9:6-13.

En tiempos de Pablo la actitud de los israelitas era: “Somos el pueblo elegido y circuncidado y por eso no podemos perecer”, sin embargo el apóstol enseña que Dios actúa con libertad, obra en justicia y es soberano pues es justo y todopoderoso. 

Dios escoge o selecciona no basado en obras humanas o legales, sino según él mismo, y observando siempre sus propósitos para la humanidad.

Entonces no es una selección para determinar condenación o salvación, más bien es de acuerdo a la función que debemos desempeñar en ésta vida, planes que Dios ha diseñado antes de la fundación del mundo. Ser consciente de la elección divina debe hacernos más responsables y diligentes en cuanto a Su plan específico.  

Dios es misericordioso y justo, Romanos 9:14-18.

Dios no escoge o selecciona de acuerdo a las obras del hombre, él lo hace en Su soberanía y justicia. El trono del Señor está basado en misericordia y justicia, él se compadece ante el corazón que reconoce su condición y necesidad.

El poder y gloria de Dios se manifiesta igual sobre todos, pero actúa como el sol sobre el hielo y sobre el barro, uno se ablanda ante él y el otro se endurece, provocando así el juicio divino sobre la dureza de corazón.   

La Biblia nos muestra como ejemplo a Faraón. Su corazón era duro, rebelde y obstinado contra Dios. El Señor lo levantó sobre una nación, es decir aunque hubiese estado en una pequeña e ignorada aldea su corazón se hubiese comportado igual, pero Dios le permitió llegar al trono para cumplir sus planes. El corazón de Faraón estaba endurecido antes de llegar al trono, pero ante el poder se endureció más. 

Dios es el alfarero y los hombres son vasos de barro en sus manos, Romanos 9:19-24.

Así como el alfarero puede según su deseo hacer las vasijas que quiera con el barro, Dios también puede diseñar las vasijas de acuerdo a Su voluntad y planes. El Señor es soberano, omnipotente y sabe muy bien lo que hace, por eso el verdadero y genuino conocimiento de Dios nunca cuestionará sus acciones, más bien descansará en su poder y soberanía.   

Cabe destacar la frase: “Soportó con mucha paciencia los vasos de ira” pues esto nos describe una evidencia de la misericordia del Señor aún con aquellos cuyo corazón se rebeló contra Dios y fueron obstinados contra la ley del Señor.

La gracia de Dios testificada en su palabra, Romanos 9:25-33.

En esta porción de la Escritura vemos como Pablo apoyado en pasajes del Antiguo Testamento expone el llamado de Dios a quienes no eran pueblo de Dios (los gentiles) y ahora son “Pueblo de Dios, amada del Señor e hijos del Dios viviente”. Lo que nos deja ver el amor y poder del Señor transformando la vida y destino de los hombres, pues los rechazados vinieron a ser amados y los que no eran descendientes vinieron a ser hijos del Dios vivo.   

Los gentiles creyentes encontraron la esencia de la relación con Dios, y es la justicia que el Señor otorga por la fe. Lamentablemente Israel tropezó en la piedra como estaba profetizado.

La mayor parte de la nación hebrea no pudo reconocer al Mesías en Jesús y por eso perdió todo los beneficios que traía, pues no creyeron en la gracia por la fe sino en las obras de la ley, y por las obras nadie es justificado.  


JUSTICIA, FE Y SALVACIÓN. Romanos 10:1-21.

Israel se equivocó y los gentiles alcanzan salvación, Romanos 10:1-3.

El apóstol nuevamente expresa su preocupación por la nación de Israel. El celo que ellos tenían no era correcto, pues habían ignorado la justicia de Dios y procuraban alcanzarla por sus propios medios o justificarse a sí mismos. Por eso no se sometieron al modelo establecido por Dios y tropezaron en la Roca (Cristo).     

La fe es el fundamento para alcanzar la gracia de Dios, Romanos 10:4-15.

La ley nos conduce a Cristo y es por él y por su obra que somos justificados. Al que quería vivir según la ley se le demandaba el cumplimiento de todas las normas, y por esa exigencia insatisfecha debía el judío presentar constantemente ofrendas por el pecado y por toda transgresión.     

Precisamente por esta situación de incapacidad humana para vivir como Dios demandaba, la salvación debía darse por fe tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento.

La boca que confiesa y la fe en el corazón hacen referencia a la persona que expresa su respuesta interna y externa. El principio opera para judíos y griegos, es decir para todos.

Confesar que Jesús es el Señor es afirmar su divinidad y aceptar su gobierno, es aceptar que es ahora propiedad de Dios. Creer en la resurrección de Jesús es aceptar la verdad en cuanto al triunfo del Señor en la cruz y su victoria sobre la muerte y el hades. Por la fe en estas verdades esenciales la persona recibe salvación. 

La expresión “Cuán hermosos son los pies de los que anuncian la paz, de los que anuncian buenas nuevas” es tomada del libro del profeta Isaías, cuando en el siglo sexto antes de Cristo llegaron a la destruida y arruinada Jerusalén unos mensajeros informando que Dios había liberado a Israel del cautiverio en Babilonia, que volverían y reconstruirían la ciudad y su país.

Hoy día esta frase la aplica Pablo a todo creyente que lleva el mensaje de las buenas nuevas de perdón, libertad y salvación en Cristo Jesús.    

Israel rechazó las buenas nuevas, Romanos 10:16-21.

No todos los que oyeron el mensaje lo obedecieron. Ellos escucharon muchos enviados de Dios, incluso desde tiempos antiguos. El mismo Moisés ya había advertido por el Espíritu Santo que Dios usaría a otro pueblo para dar celos al suyo. Con todo esto Israel habiendo oído y conocido fue obstinado y duro de corazón para aceptar el modelo de Dios y su Mesías.    

El versículo 21 nos deja ver el profundo amor de Dios por Israel, sus brazos extendidos nos hablan de un corazón que ama, que está dispuesto a perdonar y anhela estar con ellos. Sin embargo vemos un pueblo “rebelde, desobediente y contradictor”.


UN CORAZÓN HUMILDE ANTE DIOS ES FUNDAMENTAL. Romanos 11:1-35.

Dios siempre se reserva un remanente fiel, Romanos 11:1-6.

Dios no ha desechado a su pueblo y Pablo mismo es muestra de eso. En su presciencia Dios sabía que el pueblo de Israel sería rebelde y desobediente. El Señor de antemano conoce los corazones y comportamientos de los hombres y de manera constante e insistente procura que el ser humano no caiga en las dolorosas consecuencias del pecado.    

Por gracia Dios eligió a Israel, y así como en tiempos de Elías y a pesar del difundido culto a Baal se reservó a siete mil que no doblaron sus rodillas ante la idolatría de la nación, Pablo dice que hay un remanente fiel de Israel en su tiempo, lo que demuestra que Dios no desechó a su pueblo.  

Resistir el modelo de Dios endurece el corazón, Romanos 11:7-10.

Israel buscaba justicia por sus propios medios y desechó el modelo de Dios por su gracia, por tanto no se sometieron a la justicia del Señor, de manera que sus corazones se endurecieron. No seguir el camino de Dios, es emprender el nuestro y éste camino siempre dejará insatisfacción, decepción y dolor.    

Cuando alguien decide seguir su propio razonamiento, desechando el consejo y diseño de Dios, el resultado es dureza de corazón, ceguera, aturdimiento y confusión. Se pierden las bendiciones de la mesa, hay caídas frecuentes en el camino y fatiga ante el trabajo estéril.    

Por la transgresión de Israel la salvación vino a los gentiles, Romanos 11:11-15.

La transgresión de Israel a la que se refiere Pablo es su incredulidad. En su soberanía y conocimiento Dios sabía la actuación de Israel sin impulsar semejantes acciones; pero eso lo usaría el Señor para enviar la salvación a los gentiles. Con esto se espera provocar a celos a Israel y lograr la salvación de algunos.  

Vemos una vez más la soberanía y poder de Dios para transformar una dificultad en una gran victoria. Una adversidad en las manos divinas es transformada en una herramienta para el logro de los planes del Señor.  
      
Los gentiles deben cuidarse del orgullo, Romanos 11:16-21.

Pablo usa palabras como “las primicias… y la raíz” para referirse a Abraham, Isaac y Jacob. La masa y las ramas hacen referencia al pueblo de Israel que salió de los lomos de los patriarcas. Son santos, esto es escogidos, separados para Dios.    

Los gentiles han sido injertados en el olivo genuino y participan de la rica savia del olivo. Pero esto no debe producir orgullo y jactancia ante las otras ramas, pues es la raíz la que sostiene a las ramas, no seas orgulloso, ya que así como Dios no perdonó a las ramas originales, tampoco te perdonara a ti.    

Bondad y severidad de Dios, Romanos 11:22-24.

El apóstol Pablo anima al gentil a permanecer en la bondad de Dios, esto es mantener la fe y un corazón obediente, pues el Señor cuida de aquellos que en él confían. Lo contrario hará que Dios corte la rama orgullosa y autosuficiente. Poderoso es Dios ante la fe de los israelitas para volver a injertarlos en el buen olivo pues son las ramas naturales. 

La salvación para Israel, Romanos 11:25-27.

El versículo 25 nos recuerda nuevamente la importancia de no caer en la arrogancia respecto a Israel, por el contrario debemos agradecer a Dios por su soberanía y amor, quien sigue salvando hasta la plenitud de los gentiles, es decir hasta que el plan de redención cubra a los no judíos de acuerdo a la voluntad de Dios.

“Todo Israel será salvo” esto es todos aquellos israelitas que acepten a Jesucristo como Mesías y representan así a toda la nación. El contexto de la Carta nos enseña que todos, griegos y judíos, necesitan la misma salvación en Cristo Jesús.    

Dios tiene misericordia con todos los hombres, Romanos 11:28-32.

Los judíos siguen siendo el pueblo elegido por Dios por cuanto él escogió a sus padres y por esto deben considerarse amados por el Señor. Pablo añade una frase en la que expone la fidelidad divina: “Porque irrevocables son los dones y el llamamiento de Dios”, el término “dones” nos habla de los beneficios que Israel tuvo y el “llamamiento” hace referencia a la elección y declaración de Israel como pueblo suyo.

Dios es Dios de misericordia, por tanto así como tuvo misericordia de los gentiles (no judíos) actuará con misericordia hacia su pueblo. El Señor no cambia, y sus juicios así como su compasión los aplica sobre todos.         

Dios origen y meta de todas las cosas, Romanos 11:33-36.

Cuando observamos la conducta rebelde del ser humano ante Dios, gentiles y judíos, y consideramos la acción misericordiosa del Señor sobre ambos y su trato soberano con cada uno, como Pablo debemos alabar al Señor por su grandeza y sabiduría infinita e inagotable. 

Pablo alaba a Dios porque ningún hombre es suficientemente grande para considerar, examinar y comprender todos los caminos y decisiones del Señor. Por eso alabamos al Creador, Origen, Sustentador y Fin de todas las cosas visibles e invisibles. 


ACTITUDES Y ACCIONES QUE AGRADAN A DIOS. Romanos 12:1-21.

La consagración a Dios es fundamental, Romanos 12:1-2.

Las palabras de Pablo nos recuerdan cuando los judíos presentaban sus sacrificios al Señor, ahora en Cristo debemos presentar nuestro cuerpo a Dios para hacer su voluntad, por eso dice “vivo, santo y agradable a Dios”. 

El cristiano es llamado a una transformación que se alcanza mediante la renovación del entendimiento o mente. Acción que se logra a través de la Palabra de Dios, la obra del Espíritu Santo y la disposición del creyente. Dios mismo ha puesto la mente de su Hijo en nosotros (“Más nosotros tenemos la mente de Cristo” 1 Corintios 2:16) y debemos procurar el crecimiento y fortalecimiento de ésta en nosotros.

El resultado será palpable al desarrollar la capacidad para discernir entre el bien y el mal, y la habilidad de Dios en el creyente para descubrir y elegir la buena, agradable y perfecta voluntad del Señor, y es en éste camino donde el hijo de Dios experimentará un sobrenatural respaldo de Dios en su vida.         

La humildad glorifica a Dios por su poder, Romanos 12:3-8.

Nuevamente el apóstol Pablo nos recuerda la importancia de evitar el orgullo y la arrogancia, no debemos pensar demasiado bien de nosotros mismos. Él sabe muy bien que por la gracia de Dios es apóstol, en una ocasión dijo: “Por la gracia de Dios, soy lo que soy”.

La frase “Conforme a la medida de fe que Dios repartió a cada uno” nos habla de aquella fe impartida por Dios para cumplir con una misión delegada por él. Esto lo vemos por ejemplo en el capítulo once de Hebreos dónde Dios impartió una medida de fe a cada uno conforme a la tarea que había que llevar a cabo.  

Todos los nacidos de nuevo en Cristo somos miembros de un solo cuerpo: la iglesia, y cada miembro recibe la vida de Cristo y todos nos pertenecemos y necesitamos mutuamente, así como en el cuerpo natural todos los miembros son importantes.

Dios asigna o delega dones en cada uno de los miembros del cuerpo para desarrollar un servicio o tarea específica para bendición o edificación del cuerpo. Por esto nos necesitamos los unos a los otros.     

El carácter que se espera de un cristiano, Romanos 12:9-18.

En los siguientes versículos Pablo enumera una serie de actitudes y virtudes que debe desarrollar y ejercer el hijo de Dios, como llamado por Dios a ser cristiano debe vivir como tal:

Con amor genuino, sincero sin hipocresía.
Con amor fraternal valorando al otro.
Diligentes en el servicio.
Amables y constantes en la oración.
Sin orgullo ni arrogancia, sino con humildad.
No tomar justicia por sus propias manos.

Pablo por el Espíritu abarca casi todas las áreas de vida del ser humano, y vemos que al resumir nos indica una vida en la que el carácter de Cristo es manifestado, sus acciones son el resultado de una transformación espiritual que es evidenciada en la vida diaria.

La verdadera vida espiritual no se aísla, por el contrario se convierte en una generadora de bienestar en su comunidad y cautiva a quienes no conocen al Señor Jesús.        

Derrota el mal con el bien, Romanos 12:19-21.       

El hijo de Dios no debe tomar venganza por sus propias manos, sino dejar lugar a la obra de Dios. Tenemos el ejemplo en nuestro Señor Jesucristo “quien cuando le maldecían, no respondía con maldición; cuando padecía, no amenazaba, sino encomendaba la causa al que juzga justamente” 1 Pedro 2:23.

El creyente debe ayudar a su enemigo en caso de necesidad, pues esto hará que “ascuas de fuego se amontonen sobre su cabeza”, esto quiere decir que ante tu amabilidad y ayuda, el enemigo enrojecerá de vergüenza ante tu actitud. No seas vencido de lo malo, sino vence con el bien el mal.     


EL HIJO DE DIOS FRENTE A LA AUTORIDAD. Romanos 13:1-14. 

La obediencia al gobierno es un mandamiento del Señor, Romanos 13:1-2.

La obediencia  a la ley siempre será de agrado para Dios. El pasaje en mención destaca el gobierno y la administración de éste cuando funciona adecuadamente, pues no todo lo que hace un gobierno o dicta es agradable delante de Dios.

El mismo apóstol Pedro dijo: “Es necesario agradar a Dios antes que a los hombres” cuando las autoridades del momento les ordenaron no hablar más en nombre de Jesús. El cristiano debe resistir el pecado y las obras de las tinieblas.  

Resistir u oponerse a la autoridad del gobierno establecido es oponerse al mandato de Dios, y quienes resisten a la autoridad recibirán condenación. Obedecer a la autoridad es una evidencia de un cristiano espiritual. Quien no se ejercita obedeciendo a la autoridad visible no podrá obedecer efectivamente a la autoridad invisible, es decir Dios mismo.   

El gobernante tiene una autoridad necesaria para ejercer su función, Romanos 13:3-4.

Así como el gobernante en ejercicio de su autoridad causa temor al que obra mal, quien quiera tener un corazón tranquilo debe obrar bien y rectamente. Dios ha permitido el uso de la fuerza como instrumento de las autoridades terrenales para así evitar la anarquía en la humanidad.     

Por obediencia a Dios y por la conciencia debemos sujeción, Romanos 13:5-7.

La resistencia a la ley o mandamiento trae como resultado el castigo y la conciencia del cristiano es afligida ante la rebelión. Esta sujeción implica cosas como pagar los impuestos, y respeto y honra a aquellos que tiene derecho a los mismos. Como ciudadanos debemos cumplir con nuestras obligaciones porque esto honra a Dios.  

El cumplimiento de la ley es el amor, Romanos 13:8-10.

Una vez más la Biblia nos recuerda que el mandamiento más grande es amar a Dios y al prójimo como a sí mismo. Todos los mandamientos como: “No adulterarás, no matarás, no codiciarás, no engañarás, etc” están resumidos en amar al prójimo, pues quien ama no hace daño, quien ama no hace mal a su semejante. El amor evidencia la entrega del cristiano a Dios y su compromiso por obedecer Su palabra.     

Una vida recta hace la diferencia, Romanos 13:11-14.

La naturaleza del mundo actual puede provocar cierto adormecimiento moral y espiritual en el hijo de Dios, por tanto debe estar vigilante pues el Señor está más cerca.

El cristiano debe evitar las obras de las tinieblas: borracheras, lujurias, peleas, envidias, etc y vestirse de Cristo, procurando fortalecer su vida espiritual y evitar así el deseo por lo que Dios ha prohibido.      


LOS DÉBILES EN LA FE. Romanos 14:1-23. 

Opiniones respecto a la comida y a algunos días, Romanos 14:1-6.

Algunos cristianos pensaban que sólo debía comerse verduras o legumbres, mientras que otros consideraban que podía comerse de todo. Pero esto no debía llevarlos a menospreciarse mutuamente, pues esto no era un problema moral para el cristiano, era una cuestión de gustos.

Respecto a algunos días (probablemente se habla aquí de algunos días de fiesta ceremonial en Israel) Pablo enseña que observar o no éstos días no debe causar contención entre ellos, sino más bien dejarse guiar por su conciencia (era algo personal).

Dios es el juez de todos, Romanos 14:7-12.

Nuestro Señor Jesucristo murió y resucitó y por tanto es Señor de vivos y muertos. Al ser él el Señor no deben los cristianos acusarse o condenarse mutuamente pues el Señor es el juez, a él corresponde el juicio. Todos compareceremos ante el tribunal de Cristo y daremos cuenta por cada uno de nosotros.

Nuestra conducta como cristianos será juzgada ante el tribunal de Dios, cosas como condenar al hermano, menospreciar al otro, calumniar, maldecir, ser indiferente al cuerpo de Cristo, etc, son acciones que serán juzgadas por el Señor.         

Rechacemos la mutua condenación, Romanos 14:13-19.

El apóstol Pablo anima a los creyentes en Roma para que no se condenen unos a otros, sino más bien optar por no poner o promover tropiezos o cosas que puedan hacer pecar al otro.

En lugar de participar en conflictos con otros, más bien debemos buscar la paz y aquellas cosas que edifican a los demás, esto es lo que agrada a Dios y es buen testimonio ante los hombres.     

Procuremos una mutua edificación, Romanos 14:20-23.

Nuestras acciones y expresiones deben ser de edificación y bendición para quienes nos rodean. Nuestra norma de conducta debes ser justa, y evitar así todo aquello que sea tropiezo u obstáculo al hermano. Unos a otros debemos procurar el fortalecimiento en la fe y en la relación con Cristo. 

Recordemos que en la Escritura el término vino se traduce de la palabra griega “oinos” que indica dos cosas: vino fermentado (es decir con alcohol) y también indica jugo de uva (sin fermentar), éste último era el usado por la iglesia primera para la cena del Señor.

Por eso en el Nuevo Testamento los evangelios nos hablan del “fruto de la vid” en relación con la Cena del Señor: Mateo 26:29, Marcos 14:25 y Lucas 22:18. 


HAGAMOS LA VOLLUNTAD DE DIOS Y NO LA NUESTRA. Romanos 15:1-33.

La madurez cristiana también se evidencia a través de la paciencia, Romanos 15:1-3.

El creyente fortalecido en la fe debe soportar y ayudar al que está sin fuerzas, el hijo de Dios con madurez cristiana tiene la responsabilidad de llevar con paciencia al que apenas comienza el camino del Señor o qué está pasando por una crisis personal (la Biblia no nos dice que debemos participar de lo malo para agradar a otro o aprobar una mala conducta, sino de ser pacientes mientras recuperan su fuerza en el Señor).

El ejemplo es nuestro Señor Jesucristo quien no trató de agradarse a sí mismo, por lo cual fue rechazado y menospreciado.   

Juntos glorifiquemos a Dios, Romanos 15:4-6.

El Antiguo Testamento contiene instrucciones y principios de vida fundamentales para el cristiano, y mediante las Escrituras recibe paciencia y consolación, pues Dios sabe lo que hace y cuando lo hace, a través de las Escrituras vemos que el Señor siempre termina con el mejor final.

El texto también nos enseña la importancia de la unidad como hijos de Dios para que unánimes a una voz glorifiquemos al Padre celestial.

Jesucristo es bendición para judíos y para gentiles, Romanos 15:7-13.

El apóstol Pablo por el Espíritu apremia a los creyentes para recibirse unos a otros, y no menospreciarse o dejarse llevar por la soberbia. El ejemplo una vez más es Cristo mismo, quien nos recibió y por tanto debemos glorificar a Dios por su gran misericordia.

Jesucristo vino ser siervo de la circuncisión y así mostró la verdad de Dios y el cumplimiento de sus promesas. Él se hizo ayudador de los judíos y por tanto ayudador de todos los seres humanos. 

El versículo trece nos recuerda la importancia de llenarnos de Dios cada día, de manera que el gozo y la paz del Señor nos hagan abundar en esperanza por el poder del Espíritu Santo.

Pablo habla a creyentes maduros, Romanos 15:14-21.

Rom. 15:14-16. El apóstol habla con humildad: “Os escribo en parte con atrevimiento, para haceros recordar”. Pablo era consciente de que el ministerio que ejercía a los gentiles era por la gracia de Dios, no por sus propias capacidades o virtudes.

La humildad y sencillez de corazón son bases fundamentales que hacen permanecer y fructificar un ministerio que honra al Señor.

Rom. 15:17-21. Pablo no se gloriaba en sí mismo, él glorificaba a Jesucristo sabiendo que era él quien obraba a través del apóstol. Por eso Dios llevaba señales y prodigios por el poder del Espíritu  a través de toda la región de Macedonia y la actual Yugoslavia.

El apóstol Pablo y sus planes de viaje, Romanos 15:22-29.

El apóstol ha tenido dificultades para ir a Roma, pero como piensa ir a España de paso les visitará y espera su apoyo y ayuda para seguir al país ibérico. Pero antes debía ir a Jerusalén para ministrar los santos, y llevar la ofrenda que los hermanos de Macedonia y Acaya enviaban a los pobres de Jerusalén.

Pablo solicita oración por él, Romanos 15:30-33.

Es una expresión de humildad de Pablo, pues aunque había ido al tercer cielo, tenía sobre sí poderosos dones del Espíritu Santo, un ministerio a las naciones y había sido visitado por Cristo mismo, reconoce la importancia de la intercesión de los hermanos ante Dios por el viaje que iba a emprender.

Solicita que oren por protección (para ser librado de los rebeldes o no creyentes de Judea), también para que los cristianos judíos aceptaran este gesto de amor de las iglesias gentiles, y  para que él llegue a Roma con la bendición de Dios.

Sermón: Dios es restaurador por excelencia. Estudio según la carta de Pablo a los Romanos. Sermones escritos para predicar


SALUDOS Y DESPEDIDA. Romanos 16:1-27.

Pablo recomienda a Febe, Romanos 16:1-2.

Febe era una diaconisa de la iglesia de Cencrea. Atendía necesidades materiales y espirituales de otros hermanos, se distinguía por su esmerado y diligente servicio. Por eso Pablo recomienda que la reciban en el Señor y con dignidad. Valorando así el servicio y ministerio de la mujer en la iglesia de Dios.

Saludos a personas y grupos, Romanos 16:3-16.

Pablo destaca a varios siervos y siervas de Dios, cuyo desinteresado servicio había sido de alta estima entre todos. También vemos al apóstol saludando la iglesia que estaba en la casa de Priscila y Aquila (luego no eran estas grandes iglesias, pero sí eran Iglesia de Cristo que es lo más importante).

Cuidado con las falsas enseñanzas, Romanos 16:17-20.

No dice Pablo que ya había entre ellos falsos maestros, pero seguramente iban a llegar a Roma, y les estaba enseñando como identificarlos, apartarse de ellos y orar confiados en que Dios daría la victoria.

Saludos finales y despedida, Romanos 16:21-27.

Nuevamente el apóstol destaca con gratitud el servicio de varios hermanos. También se despide exaltando la bondad de Dios manifestada en Jesucristo y Su gran misericordia al habernos alcanzado. 

Escrito por el Pastor Gonzalo Sanabria.

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