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domingo, 5 de enero de 2020

La nueva Jerusalén
(La ciudad celestial, Apocalipsis 21 y 22). La Jerusalén celestial o nueva Jerusalén es un título que hace referencia a la ciudad celestial que Dios ha prometido en su palabra. 

Ésta nueva ciudad el Señor se la revela al apóstol Juan cuando estuvo en la isla llamada Patmos, según Apocalipsis 21 y 22.  Es un estudio que fortalecerá la fe y la esperanza del pueblo de Dios. Veamos este interesante estudio:



La nueva Jerusalén o la gran ciudad santa de Jerusalén:  

1) Un ángel es delegado por Dios para mostrarle a Juan la nueva Jerusalén. Apocalipsis 21:9-10.

“Vino entonces a mí uno de los siete ángeles que tenían las siete copas llenas de las siete plagas postreras, y habló conmigo diciendo: Ven acá, yo te mostraré la desposada, la esposa del Cordero. Y me llevó en el Espíritu a un monte alto, y me mostró la gran ciudad santa de Jerusalén, que descendía del cielo, de Dios…”.

Como podemos ver Dios delega a uno de los siete ángeles que tenían las siete copas de la ira, para llevar a Juan a un monte alto y mostrarle la nueva ciudad, la cual descendía del cielo (no es de material terrenal, toda ella es de materiales celestiales).   

Esta nueva ciudad es el lugar donde el pueblo de Dios es reunido. Esta ciudad será la morada eterna preparada por Jesús para su iglesia, por eso el Señor dijo: “Voy, pues, a preparar lugar para vosotros” Juan 14:2.

La expresión “la gran ciudad santa de Jerusalén” nos permite ver su importancia y naturaleza pura y sin pecado, así como la Jerusalén terrenal fue la capital para el gobierno milenial de Cristo, la Jerusalén celestial será el centro de gobierno, poder y autoridad para el reino eterno de Dios.

2) El resplandor de la nueva Jerusalén, sus muros, puertas y cimientos. Apocalipsis 21:11-14.

El apóstol Juan está impresionado ante aquella visión, la gloria de Dios en aquella ciudad se hace evidente en el resplandor de sus materiales, los cuales son celestiales y son evidencia de Aquel que la creó y mora en ella. Aquel brillo lo compara Juan con el de una piedra preciosa: Jaspe.   

La palabra hebrea para “Jaspe” en el Antiguo Testamento es “Yashepheh” y en el griego del Nuevo Testamento es “iaspis”, no se identifica con el jaspe moderno, el cual es opaco, y la Biblia nos dice que aquel era jaspe “diáfano como el cristal”, por eso esta palabra bíblica hace referencia a una variedad transparente y desconocida hoy día.   

El versículo doce nos describe un muro grande y alto con doce puertas, y en cada puerta un ángel, y nombres inscritos que son los nombres de las doce tribus de Israel. Hay un muro no de protección, sino un indicador de que allí sólo entran los que tienen su nombre inscrito en el libro de la vida.

Esos nombres de Israel en las doce puertas (un nombre en cada puerta seguramente), nos recuerda que Israel sigue siendo fundamental en los planes divinos. Es interesante también recordar aquí que los  muros de la ciudad de Jerusalén terrenal también tenían doce puertas.

El versículo trece nos enseña la ubicación y distribución de las doce puertas, tres en cada uno de los cuatro puntos cardinales, y esto nos recuerda también que de igual manera estaban organizadas las doce tribus en el desierto alrededor del tabernáculo.

Entonces, Dios estaba mostrando desde el Antiguo Testamento revelaciones acerca de esta maravillosa ciudad, recordemos que incluso Abraham tenía revelación al respeto, pues la Biblia nos dice que él “habitó como extranjero en la tierra prometida porque esperaba la ciudad cuyo arquitecto y constructor es Dios” Hebreos 11:8-9. Dios es bueno y ha preparado lo mejor para sus hijos   

    

El versículo catorce nos enseña que el muro tiene doce cimientos y sobre ellos estaban escritos los doce nombres de los doce apóstoles del Cordero. Que honor tan grande, que privilegio tan especial y único, es la recompensa de Dios a los fieles y que sin medida entregaron su vida en la tierra por la causa de Cristo.    

Vemos pues que en las doce puertas están escritos los nombres de las doce tribus de Israel y en los doce cimientos están escritos los doce nombres de los doce apóstoles del Cordero. Dios hace partícipe de su reino a Israel representado en los doce nombres en las puertas y a su iglesia representada en los doce nombres de los apóstoles en los cimientos.        

3) Las dimensiones de la nueva ciudad de Jerusalén. Apocalipsis 21:15-17.

Se nos dice ahora que el ángel que le está mostrando la ciudad celestial a Juan, tiene una caña de medir de oro y el objetivo es medir la ciudad, el muro y las puertas. Dios le permite a Juan conocer los materiales y las medidas de la ciudad al detalle.  

El versículo dieciséis nos enseña que “la ciudad se halla establecida en cuadro”, ya que el ancho, el largo y el alto de la ciudad es el mismo (“doce mil estadios”) estamos hablando de un cubo o pirámide.

Un cubo, sin duda, nos recuerda las medidas del lugar santísimo, enseñándonos que toda la ciudad es un lugar santo (el lugar santísimo del Antiguo Testamento tenía como medidas: nueve metros de largo, de ancho y de alto: 1 Reyes 6:20).  

Ya que el estadio, como medida de longitud bíblica, corresponde a ciento ochenta metros, doce mil estadios que midió el ángel equivalen a dos mil ciento sesenta kilómetros (2160 kms), esto corresponde a la sexta parte del tamaño de la tierra (es una ciudad muy, muy grande).

El versículo diecisiete nos dice que el muro de la ciudad mide ciento cuarenta y cuatro codos, lo que equivale a sesenta y cinco metros aproximadamente. En el versículo doce se dice de este muro que es grande y alto.      

(Te invitamos a leer: Dios trae lo mejor para tu vida. ). 


4) Materiales y belleza de la nueva ciudad. Apocalipsis 21:18-21.

No podemos olvidar que el arquitecto y constructor de esta maravillosa ciudad es Dios, y que los materiales usados son celestiales, que no son conocidos por nosotros aquí en la tierra. Por eso es que Juan al ver esta maravilla recurre a los materiales preciosos que conoce en la tierra para tratar de presentarnos lo más parecido posible aquello que está viendo.

La Biblia nos habla de materiales como oro puro, jaspe, piedras preciosas, perlas, etc. Como ya se mencionó antes, el jaspe citado aquí es diferente al terrenal el cual es opaco, el jaspe de la ciudad celestial es “diáfano como el cristal” (Apocalipsis 21:11), y el oro puro de la ciudad es semejante al vidrio limpio (oro no conocido en la tierra).

El objetivo principal de todo esto no es destacar los lujos ni las riquezas, de hecho estos son materiales celestiales distantes de toda codicia humana (pasión que tampoco estará dentro de aquella ciudad santa), el objetivo es destacara el poder,  la gloria y la santidad de Dios.

La ciudad es de oro puro transparente, esto nos deja ver entonces que el brillo interno de la gloria de Dios y de sus materiales alumbrará todo su entorno. Seguramente hay cosas y detalles que no comprendemos humanamente del todo ahora, pero sin duda, todo esto lo entenderemos de manera perfecta cuando estemos allí.  

5) El templo de la nueva Jerusalén. Apocalipsis 21:22-23.

La expresión “Y no vi en ella templo” es muy significativa, pues en la época antigua no se concebía una ciudad sin varios o muchos templos. Esta nueva y única ciudad no tiene templo, y se añade en la Biblia inmediatamente la respuesta: “porque el Señor Dios Todopoderoso es el templo de ella y el Cordero”.    

La principal característica del lugar santísimo en el tabernáculo era que allí se manifestaba la presencia de Dios, ya que esta ciudad es el tabernáculo de Dios, es su presencia la que la hace templo suyo. 

Esta ciudad no tiene necesidad de sol ni de luna, porque la gloria de Dios la ilumina, el Cordero (Jesucristo el Señor) mismo es su lumbrera. La palabra “lumbrera” aquí se traduce del término griego “lucnos” que además significa: lámpara, luz. Con razón Jesús dijo: “Yo soy la luz del mundo”, él seguirá siendo la luz de vida para el hombre.

(Te invitamos a leer: Deposita tu confianza en Dios. ). 


6) El acceso a la nueva Jerusalén. Apocalipsis 21:24-27.

El versículo veinticuatro nos enseña que las naciones que han sido salvas (de todo aquel periodo de juicio descrito en los capítulos anteriores del libro de Apocalipsis) andarán a la luz de ella, es decir no todos fueron destruidos, sino los que subieron contra la ciudad santa.   

Estas naciones y sus reyes conformarán los reinos que estarán fuera de la ciudad celestial, serán bendecidos al habitar y vivir a la luz de la nueva ciudad; y “los reyes de la tierra traerán su gloria y honor a ella” es una expresión que nos enseña que los representantes de aquellas naciones subirán a Jerusalén a adorar y a llevar sus ofrendas y presentes al Rey de reyes.    

El versículo veinticinco nos enseña que en esta nueva ciudad no habrá noche, tiempo de oscuridad, porque allí no habrán tinieblas, la luz de Dios lo llena todo.  

Se nos recuerda que no entrará maldad alguna en la nueva ciudad celestial, sólo los que están inscritos en el libro de la vida del Cordero. Es llamado el libro del Cordero, porque contiene los nombres de todos aquellos que se acogieron al sacrificio de Jesús en la cruz del calvario mediante la fe en él.   

7) El río que sale del trono de Dios. Apocalipsis 22:1.

En la Biblia vemos que en varias ocasiones se usa un río como símbolo de bendición abundante, vida, provisión y paz. Desde el punto de vista natural el agua de los ríos es vital para las cosechas y para la vida en general. Imagínate por tanto, cuanta vida, salud, provisión, paz y renovación generar este río que sale del mismo trono de Dios.

Se nos añade una característica de éste río: “resplandeciente como cristal”, indicándonos que estas aguas son puras, limpias, sin contaminación alguna, su naturaleza y esencia son únicas en el universo.

Este río sale del trono de Dios y del Cordero, es precisamente porque sale de la presencia misma de Dios que este río es poderoso, generador de vida, salud y bendición. Todo lo que sale de Dios va cargado de poder y autoridad para cumplir aquello para lo cual es enviado. 

 (Te invitamos a leer: Buscando la presencia de Dios.). 

8) El árbol de la vida genera provisión y salud para las naciones. Apocalipsis 22:2.   

Recordemos que la historia de la humanidad según la Biblia comienza con el árbol de la vida en el Edén. Después del pecado no le es permitido al hombre comer de él según Génesis 3:22-24, pero aquí en Apocalipsis 22 vuelve a aparecer el árbol de la vida.

Según nos describe Juan podemos ver un río que fluye por en medio de la hermosa ciudad, y éste árbol es tan grande que se extiende sobre el río, y por eso está a ambos lados de éste. Puede ser quizá que “árbol de la vida” sea un término genérico y haga referencia a muchos árboles de la vida que estarán a cada lado del río.     

Este árbol “produce doce frutos, dando cada mes su fruto”, es un árbol con pleno, continuo y abundante fruto. Una pregunta interesante aquí es ¿comeremos de su fruto?

Recordemos que nuestro Señor Jesucristo comió en su cuerpo glorificado, Lucas 24:39-43; los ángeles comieron con Abraham (Génesis 18:6-8), nosotros participaremos de la cena de las bodas del Cordero, y también Apocalipsis 2:7 nos dice que “Al que venciere le daré a comer del árbol de la vida. Seguramente podremos comer, aunque no será necesario hacerlo constantemente.

Y nos dice además la Escritura que “las hojas del árbol eran para la sanidad de las naciones”. Recordemos que fuera de la ciudad celestial habrá naciones, y tomarán de aquellas hojas para su sanidad (no indicando que las naciones estarán enfermas).

Es decir, aquí la palabra “sanidad” se traduce del término griego “therapeia” que además significa en primer lugar: cuidado; atención; servicio médico; provisión de cuidado y atención. No aparece en el sentido primario de sanar a los enfermos, sino de atender cualquier necesidad.     

9) Virtudes adicionales de la Jerusalén celestial. Apocalipsis 22:3-5.

Y no habrá más maldición”: desde sus comienzos el ser humano ha tenido que lidiar con los resultados de la maldición de Génesis 3:16-19, un trabajo duro y resultados escasos, dolor durante el alumbramiento para la mujer, conflictos entre ambos sexos, la enfermedad y la muerte.     

Aún en el milenio habrá impacto de la maldición, aunque reducido por el perfecto gobierno de Cristo; pero en el cielo nuevo y en la tierra nueva la maldición desaparece totalmente y para siempre.

En contraste se destaca que en la ciudad está el trono de Dios y del Cordero. Ninguna maldad ni maldición pueden estar delante del Señor. Al usar la palabra “Cordero” significa que por la eternidad tendrán presente los adoradores que están delante del trono de Dios gracias al sacrifico del Hijo de Dios: Jesucristo nuestro Señor.  

El cielo es un ámbito de adoración y servicio al Señor, servicio en pleno gozo y amor por Aquel que está sentado en el trono, por eso dice: “y sus siervos le servirán”. Sí nuestro corazón se goza por el honor de servir a Dios en la tierra, imagínate la plenitud de gozo al servir al Señor en el cielo. 

Verán su rostro y su nombre estará en sus frentes”: indica la intimidad que tendremos con el Señor para verlo cara a cara, recordemos que a Moisés se le negó este privilegio, y sólo vio sus espaldas (Éxodo 33:20-23), pero en el cielo veremos el rostro de Dios y le conoceremos como nunca antes. “Su nombre en las frentes” indica que somos de su propiedad y destaca nuestra identidad como hijos de Dios.

No habrá allí más noche… Dios los iluminará”: en la ciudad celestial ya no habrán tinieblas, la oscuridad ya no existirá más, su luz siempre resplandecerá, y no será luz artificial ni natural, será la luz de Dios resplandeciendo siempre en aquel lugar.  

Y reinarán por los siglos de los siglos”: expresión que señala el gozo y privilegio del pueblo de Dios al reinar con él por la eternidad, el milenio fue un periodo de mil años, ahora el reino es por siempre, nunca se acabará.

Es interesante tener en cuenta que la Biblia comienza con la caída en el paraíso, y termina con la restauración en el paraíso. Nuestro Dios es Todopoderoso, él puede restaurar todas las cosas.   

(Te invitamos a leer: Dios trae lo mejor para tu vida. ). 


10) Jesucristo y el ángel testifican la segunda venida del Señor. Apocalipsis 22:6-9.

Una vez más se le recuerda a Juan (y a nosotros por supuesto) que las palabras de Dios son verdaderas y a cabalidad se cumplirán, pues quien las declara es Todopoderoso y fiel para hacer lo que ha dicho. 

La expresión “He aquí vengo pronto” nos hace reflexionar no sólo en la cercanía de la segunda venida, sino en la diligencia de nuestro corazón para estar preparados. Desde aquel tiempo Jesús lo dijo (casi dos mil años atrás), porque Dios quiere que todas las generaciones estén a la expectativa, todos preparados para su regreso.         

Juan estaba asombrado y se inclina para adorar al ángel, quien a su vez lo corrige para que adore sólo a Dios, además de recordarle que ambos eran siervos de Dios (“soy consiervo tuyo”). En los Evangelios vemos que el Señor Jesús nunca rechazó la adoración, lo que nos confirma que él es Dios que se hizo carne para salvarnos.    

11) Jesús y el ángel hacen advertencias. Apocalipsis 22:10-15.

Las profecías de este libro (Apocalipsis) no estarán selladas, pues los acontecimientos de la humanidad suceden de modo paralelo y apuntan a la consumación de todas las cosas escritas aquí. El hecho de que estas profecías no sean selladas indica que son testimonio y evidencia contra los seres humanos que las menosprecian y no las aceptan.   

La expresión “El que es injusto, sea injusto todavía…” como las similares del versículo once indican que el tiempo que queda es poco, el verdadero arrepentimiento apremia, si todo el testimonio del libro de Apocalipsis no produce al ser humano un cambio, es muy poca la esperanza que queda. 

Nuevamente Jesús lo dice: “He aquí yo vengo pronto”, pero en esta ocasión Jesús añade algo muy importante, pues él dice: “y mi galardón conmigo, para recompensar a cada uno según sea su obra”, recordemos que somos salvos por la gracia de Dios en Cristo, pero los galardones serán de acuerdo a las obras y servicio del cristiano.     

Jesucristo es el Alfa y la Omega, el principio y el fin, el primero y el último, es decir, Cristo es comienzo, final y centro de la vida del creyente, él es la luz y la vida, sin él todo es oscuridad y caos, sólo en él, el ser humano halla verdadera vida y sentido a su existencia.  

El versículo catorce nos recuerda la importancia de acudir a la sangre de Cristo, pues sólo ésta es la que realmente limpia al ser humano de su pecado, y es Jesús el camino y quien nos da verdadera vida, es por él que podemos ingresar por las puertas de la Jerusalén celestial, por la fe en su obra nuestro nombre es escrito en el libro de la vida del Cordero.  

El versículo quince, es sin duda, una fuerte advertencia para aquellos que menosprecian la gracia de Dios en Cristo Jesús. Los “perros” era una expresión  que hacía referencia a los paganos, apostatas, soberbios que resistían la fe en Dios, y los que menosprecian o pisoteaban las cosas santas (al parecer también era un adjetivo para aquellos hombres que ejercían la prostitución masculina y sodomía).   

(Te invitamos a leer: Deposita tu confianza en Dios. ). 


12) Últimas palabras. Apocalipsis 22:16-21.

Jesús confirma la veracidad de su testimonio, y reitera su autoridad real como el Mesías, por lo cual todo lo que aquí está escrito es verdad y tal cual se cumplirá. Éste poderoso testimonio es un mensaje para todos los creyentes (“las iglesias”). 

Se expresa el anhelo por el retorno de la presencia de Jesús (versículo diecisiete), es también una invitación a todo aquel que tiene sed para beber el agua de vida gratuitamente que sólo en Cristo se puede hallar. Recordemos que fuimos creados por Dios, luego comprados por precio de sangre en la cruz y después alcanzados por la obra del Espíritu Santo. 

Los versículos dieciocho y diecinueve nos permiten ver una fuerte y severa advertencia, hay un altísimo precio a pagar por cualquier manipulación o alteración al Libro de Apocalipsis (y por supuesto a las Escrituras en general).

La palabra de Dios es clara y sencilla, poderosa y transformadora, es el libro de Dios para los hombres y contiene la más poderosa revelación del Señor a la humanidad, y revela incluso el escenario final de la creación, por eso no debe ser alterada ni tergiversada, hacerlo es caminar hacia los juicios más terribles que han habido sobre la tierra.     

Los versículos veinte y veintiuno no cesan de enfatizar el pronto regreso del Señor: “Ciertamente vengo en breve”. Es por eso que este libro encierra un mensaje de vigilancia y diligencia a la iglesia de Cristo, debe estar preparada para la venida de su Señor. 

Juan expresa el deseo de su corazón diciendo: “Amén, sí, ven Señor Jesús”, deseo que debe ser un continuo anhelo en la iglesia de Jesucristo. Realmente la solución a los problemas de la humanidad no está en la habilidad de sí misma para crear un mundo mejor, sino en el regreso de Aquel que puede transformar todas las cosas y puede establecer el gobierno perfecto, por cuanto él es amor y es Todopoderoso. 

Este libro y la Biblia en general termina con la frase: “La gracia de nuestro Señor Jesucristo sea con todos vosotros. Amén”.

Es maravilloso, pues el libro describe muchos juicios, pero siempre estará presente la gracia de Dios para todo aquel que se arrepiente y se acoge a Jesús. No podía ser de otra manera, pues Dios ha usado todos los mecanismos posibles para que el ser humano tenga vida eterna, hasta entregar en sacrificio lo más precioso, su Hijo mismo. Gracias Dios por tu perfecta y pura gracia.

Te invitamos a leer:





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Escrito por Pastor Gonzalo Sanabria.  – Estudio bíblico: La nueva Jerusalén o la Jerusalén celestial según Apocalipsis 21-22 - 

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