Echó a correr y le ganó gran distancia, pues la fuerza de los ciervos está en sus piernas. Mientras el campo fue plano, el ciervo guardó la distancia que le salvaba; pero al entrar en el bosque sus cuernos se engancharon a las ramas y, fue atrapado por el león.
A punto de morir, el ciervo dijo para sí mismo: “pobre de mí, mis pies, que pensaba me traicionaban, eran los que me salvaban, y mis cuernos, en los que ponía toda mi confianza, son los que me condenan”. A veces confiamos demasiado en nosotros mismos, o en otros, pero en el Señor podemos confiar totalmente, por eso deposita tu confianza en Dios...