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SERMONES ESCRITOS LISTOS PARA PREDICAR

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lunes, 26 de agosto de 2019

Introducción: Algunas veces experimentamos cansancio, agotamiento o fatiga física. Pero es posible que también vivamos fatiga o desgate emocional, que puede llegar también a generar un cansancio físico, además de un caos personal. 

Generalmente ocurre cuando estamos sometidos a situaciones de stress a largo plazo o a altos nieves de ansiedad o preocupación.  Cuando una persona se fatiga emocionalmente tiende a estancarse, puede enfermarse e incluso puede contemplar renunciar a todo como una opción. Pero Dios no nos quiere derrotados, él nos quiere en victoria.

¿Cómo recuperarse del agotamiento emocional? 

El desgaste emocional es un cansancio o agotamiento que está asociado con elementos de la angustia y la depresión. Esto genera grandes problemas de concentración y stress que termina afectando la salud física y emocional. 

Debemos inicialmente reconocer aquel agotamiento emocional, y con la ayuda de Dios identificar la fuente de aquella fatiga. Pueden ser cosas como: conflictos de pareja o familiares, malas decisiones, preocupación en exceso, problemas en el trabajo, o situaciones que generan estrés prolongado, entre otros.

Ya que Dios es nuestro creador, él conoce muy bien nuestro ser y será quien nos ayudará a salir de esta situación. Mediante la Biblia podemos conocer las instrucciones divinas para superar el desgaste emocional.   

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1) Acude a Jesucristo y en él hallarás descanso. Mateo 11:28-29.  

“Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar. Llevad mi yugo sobre vosotros, y aprended de mí, que soy manos y humilde de corazón; y hallareis descanso para vuestras almas”.

Cuando vivimos crisis o problemas ante los que no sabemos que hacer o como solucionarlos aparece el stress o desgaste emocional que puede llevar a la persona mucho más allá de una depresión, puede generar incluso una enfermedad o generar muerte mediante el suicidio.  

Esta complicada situación ha sido parte del ser humano, siempre le ha acompañado y por eso aun en tiempos de Jesús el Señor hace esa invitación, pues había muchos cargados y trabajados, es decir había muchos cansados, agotados y sin ánimo, llevando pesadas cargas y problemas que los agobiaban.   

Al llevar estas adversidades y cargas a Dios y confiar en su ayuda, dice Jesús “hallaréis descanso para vuestras almas”. La palabra “alma” se traduce aquí del término griego “syque” que además significa: aliento, vida, ánimo. Nuestra alma está compuesta por nuestra mente, nuestra voluntad y nuestras emociones.

El alma se preocupa, puede llenarse de angustia y ansiedad, llenarse de pensamientos e imágenes de fracaso esperando sólo lo peor, y la expectativa por lo peor conduce a la incredulidad y al temor, todo esto termina generando un desgaste emocional que carcome o afecta la fe en Dios y en sus promesas.     

Sentimientos o emociones como la tristeza, la decepción, la frustración, la ansiedad y el miedo terminan gobernando el corazón y generando ciertas conductas que afectan la vida personal, familiar y social de la persona.

Ya que el desgate emocional afecta la fe y la confianza en Dios, la persona empieza poco a poco a descuidar la oración, el estudio de la palabra del Señor, el enemigo comienza a hablarle a sus oídos, y como las cargas le afligen considera incluso como opción dejar de seguir los caminos del Señor y no servirle más, y así piensa la persona que va a aligerar sus preocupaciones.    

Por eso es vital ir a la presencia de Dios para poner en sus manos nuestras cargas, reflexionar y recibir de él la fuerza y el poder para avanzar, pues en Cristo somos más que vencedores. De esta manera nuestra mente y nuestro corazón alcanzarán la paz de Dios, fundamental para ver mejor el panorama.      

2) Con reverencia pero con sinceridad expresa al Señor tus frustraciones. Job 10:1.    

“Está mi alma hastiada de mi vida; daré libre curso a mi queja, hablaré con amargura de mi alma”.

Como bien sabemos Job lo había perdido prácticamente todo hasta su salud, él estaba enojado consigo mismo, estaba pasando por una dolorosa y difícil etapa de su vida, estaba lleno de preguntas, y no entendía lo que le estaba pasando.   

En éste versículo Job expresa profundos sentimientos de su corazón, y hay tres expresiones que debemos considerar en Job 10:1, veamos:

a) “Está mi alma hastiada de mi vida”.   En otras versiones bíblicas dice: “estoy cansado de la vida” o “estoy cansado de vivir”. Vemos en estas palabras como su alma está sumergida en un dolor o decepción tal que no cree en un mejor futuro. Su fe se ha venido abajo y no quiere ahora la vida. Su estado de ánimo está mal y no ve los beneficios y bendiciones de la vida.  

b) “Daré libre curso a mi queja”. Otras versiones de la Biblia nos dicen: “dejen que desahogue mis quejas”.  Aquí la palabra “queja” se traduce del término hebreo “siakj” que además significa: congoja (angustia - carga), es una meditación (sobre su dolor).

A veces pensamos que no podemos hacer esto, es decir, que como cristianos no podemos expresar nuestras frustraciones delante de Dios, o que no es correcto contarle al Señor nuestras decepciones, pero la verdad es que Dios si espera que seamos sinceros delante de él, y como Padre quiere escuchar la situación de sus hijos.

c) “Hablaré con amargura de mi alma”. En estas palabras vemos que su alma estaba llena de amargura. Ya que no comprendía la pérdida de sus hijos, la pérdida de su patrimonio e incluso la pérdida de su salud, la amargura era ahora su refugio.

La amargura es una raíz que genera muerte poco a poco, es un veneno que quita la vida paso a paso. Es un veneno que sale por la boca, pero tiene su morada en el corazón, y que se refleja en el rostro y en el diario vivir. La amargura utiliza las palabras para contagiar a otros con su veneno.

Se puede dar lugar a la amargura cuando no se pone en las manos de Dios las crisis, cuando no se depositan en Cristo las cargas, cuando no se logra confiar en él a pesar de todo. Cuando cuestionamos la obra de Dios y creemos que él se ha equivocado y no ha hecho lo correcto, el enojo empieza su obra en el corazón dando lugar a la raíz de amargura.      

Las malas emociones generan enojo, amargura, deseos de venganza, miedo, vergüenza, angustia, y no podemos ser vasijas de estas cosas, pues somos templo del Espíritu Santo de Dios.

Cuando estas malas emociones se acumulan llega el momento en que la persona explota haciéndose gran daño a sí misma y también lastimará inevitablemente a otros, quienes son por lo general su familia. 

La solución no es quejarnos, ni enojarnos, tampoco castigarnos a nosotros mismos, ni culpar a Dios; lo que debemos hacer es ir a la presencia del Señor, abrir nuestro corazón y expresarle con reverencia y sinceridad lo que nuestro corazón está viviendo y sintiendo, para permitir así su poder sanador en nuestra alma, pues Jesús vino a sanar a los quebrantados de corazón.   

Sacar todo esto de nuestro corazón nos permitirá experimentar reposo, descanso y paz, pues incluso el buen dormir nos ayudará a recuperar fuerzas físicas y estabilidad en nuestra salud. 

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3) Acepta la oración y la ayuda de otras personas. 1 Tesalonicenses 5:11.  

“Por lo cual, animaos unos a otros, y edificaos unos a otros, así como lo hacéis”.

La Biblia nos enseña que Dios mira de lejos al altivo y soberbio. Por lo general pensamos que el orgulloso y soberbio siempre habla fuerte y de manera áspera, pero la verdad es que el orgullo se esconde también detrás de una voz suave y melodiosa.      

El corazón sólo lo conoce Dios, y muchas veces actuamos guiados por nuestro orgullo. Por eso vemos que hay personas que no aceptan la oración de otros; o no reciben la predicación de cierta persona porque no cumple con sus parámetros personales; o deciden no servir en la iglesia local porque tienen un concepto equivocado de lo que es el servicio a Dios, entre otras cosas.    

A veces no aceptamos la ayuda de otros porque somos autosuficientes, y creemos que todo lo sabemos y que todo lo podemos.

Hasta que Dios en la vida misma nos va enseñando que necesitamos de las otras personas, como cuerpo de Cristo somos miembros los unos de los otros y nos necesitamos mutuamente; para esto es fundamental un corazón humilde.   

El mismo Señor Jesús por ejemplo, vivió esto cuando abrió su corazón frente a sus discípulos compartiendo con ellos su tristeza ante la proximidad de ir a la cruz:

Mateo 26:37-38 “Y tomando a Pedro, y a los dos hijos de Zebedeo, comenzó a entristecerse y a angustiarse en gran manera. Entonces les dijo: Mi alma está muy triste, hasta la muerte; quedaos aquí, y velad conmigo”.    

La Biblia nos recuerda la importancia de animarnos los unos a los otros, edificarnos unos a otros, y por supuesto orar los unos por los otros. Debemos reconocer que somos un cuerpo, y nos necesitamos unos a otros.

Aislarse no es bueno. De hecho recuerda que el león usa como estrategia de ataque aislar de la manada a su víctima, pero cuando la manada pelea unida el león se queda sin alimento y tiene que retirarse.   

4) Examina tu vida y corrige lo que no está bien. Jonás 2:7-10.

“Cuando mi alma desfallecía en mí, me acordé de Jehová, y  mi oración llegó hasta su santo templo… con voz de alabanza te ofreceré sacrificios y pagaré lo que prometí. La salvación es de Jehová. Y mandó Jehová al pez, y vomitó a Jonás en tierra”.

Algunas veces nuestra vida tiene que llegar ciertos extremos para corregir aquellas cosas que no están bien o que nos están haciendo daño. Vemos esto por ejemplo en la vida del profeta Jonás, pues sólo cuando se halló en el vientre del gran pez reconoció que estaba equivocado y buscó a Dios.

Este pasaje de Jonás capítulo dos nos dice que cuando el alma del profeta desfallecía, es decir, cuando se quedaba ya sin aliento se acordó de Dios y oró a él. Reconoció que su decisión (huir de Dios y no ir a Nínive a predicar) había sido un gran error y por eso se había alejado de la misericordia del Señor.

Así mismo decide Jonás, según el versículo nueve, pagar sus promesas a Dios. Entonces había cosas que él había prometido a Dios hacer, pero no las había hecho y en aquel vientre del gran pez decide corregir aquello. Como resultado de su búsqueda de Dios y su decisión de hacer cambios en su vida el pez lo llevó a tierra.        

Es fundamental evaluar nuestra vida y hacer las correcciones necesarias. Por ejemplo el Salmo 127:1-2 “Si Jehová no edificaré la casa, en vano trabajan los que la edifican; si Jehová no guardare la ciudad, en vano vela la guardia. Por demás es que os levantéis de madrugada, y vayáis tarde a reposar, y que comáis pan de dolores; pues que a su amado dará Dios el sueño”.

Este es un pasaje que nos recuerda la importancia de mantener en orden las prioridades en nuestra vida. Podemos concentrarnos tanto en nuestros proyectos que nos olvidamos de Dios y de su casa, y si no es el Señor quien edifica la casa o proyectos en vano es lo que hacemos.

Recordemos por ejemplo, la torre de Babel, los hombres de aquel tiempo quien sabe cuánto tiempo se dedicaron a construirla, toneladas de material fueron usadas y miles de horas de trabajo y esfuerzo se invirtieron, pero Dios mismo en sólo segundos la derribó, porque aquello no nació en la voluntad del Señor, era el resultado de la vanidad humana y de su propio orgullo.

Si Dios no está con nosotros, si no estamos siguiendo las pisadas de Jesús, podemos trabajar en exceso y superar dolores y obstáculos, pero eso no será efectivo, más bien todo eso nos quitará el sueño y la paz.   

Podemos ser buenos para crear estrategias para el negocio, y madrugar a trabajar e ir tarde a reposar, planear como proteger lo que hacemos, pero en vano será todo eso, si no es Dios quien edifica la casa y quien guarda la ciudad.

Examinemos nuestras prioridades y corrijamos nuestra agenda si no está en orden. No tenemos que esperar un mar embravecido para viajar en el vientre de un gran pez, y entonces desde esa condición difícil, reflexionar, buscar a Dios y corregir lo que no está bien.

5) Fortalece tu comunión con Dios. 1 Reyes 19:13-16. 

“Y cuando lo oyó Elías, cubrió su rostro con su manto, y salió, y se puso a la puerta de la cueva. Y he aquí vino a él una voz, diciendo: ¿qué haces aquí Elías?” 1 Reyes 19:13.

El profeta Elías había tenido una gran victoria en el Monte Carmelo, el fuego de Dios había descendido y todo Israel se había postrado en la presencia de Dios reconociendo que él es el Señor.

Pero entonces la reina Jezabel promete quitarle la vida y ante esa amenaza el profeta Elías huye para salvar su vida. Finalmente llega a Horeb, monte de Dios, y allí se refugió en una cueva. A veces el desgaste emocional nos lleva a encerrarnos en nosotros mismos, otros se encierran en su trabajo, otros se encierran en su casa, etc.      

Y estando allí en una cueva el Señor viene a Elías y lo ministra a través de su palabra, renueva su confianza en Dios y le delega seguir adelante con su ministerio profético, y por eso debe ir a ungir a dos reyes y a Eliseo quien será profeta en su lugar.     

Con esa lección Dios le recordó a Elías y a nosotros hoy, que ante los problemas no debemos huir o desear morir, sino que debemos entrar en la presencia de Dios y allí no sólo comprenderemos mejor sus caminos, sino que seremos renovados para seguir adelante, vencer al enemigo y superar los obstáculos.  

Dios ante los desafíos o adversidades nos fortalece y alienta, pero lo más importante es que su presencia nos da paz y seguridad, y de esta manera la angustia, la ansiedad, la preocupación y demás emociones malsanas pierden su fuerza y quedan sometidas al poder de Dios.

Cuando Moisés luchaba con el desafío de dirigir a Israel por el desierto, sabía que enfrentaría enemigos, era consciente de la escasez, sabía del intenso sol durante todo el camino, además sabía que el pueblo no era nada fácil, por eso el Señor le dijo a Moisés: “Mi presencia irá contigo, y yo te daré descanso” Éxodo 33:14.

Cuando fortaleces tu comunión con Dios, aunque eres consciente del tamaño de los obstáculos sabes que el poder de Dios es más grande y que por su fidelidad el Señor nunca te dejará avergonzado.   

Conclusión: A lo largo de la Biblia podemos hallar ejemplos de siervos de Dios que se fatigaron emocionalmente y llegaron incluso a desear morir. Pero no fue lo que sucedió, pues Dios siempre atento estuvo allí para hablarles y restaurar sus vidas. Debemos acudir a Cristo, entrar en su presencia y allí seremos renovados y fortalecidos para avanzar y alcanzar aquellos que Dios nos ha preparado.     
  

Escrito por Pastor Gonzalo Sanabria. 
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“Por lo demás, hermanos, tened gozo, perfeccionaos,
consolaos, sed de un mismo sentir, y vivid en paz,
y el Dios de paz y de amor estará con vosotros” 2 Corintios 13:11.


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