El haber comido el fruto de la tierra prometida, panes y espigas nuevas, al otro día de la pascua, nos recuerda que después de participar de nuestra pascua (es decir, apropiarnos por la fe de la obra redentora de Cristo), iniciamos una nueva vida, donde nuestro espíritu se alimenta mediante el "pan fresco y diario" de la palabra de Dios, y es fundamental mantener ese anhelo cada día de nuestra vida, por eso dice la Escritura: "Como niños recién nacidos, busquen la leche no adulterada de la Palabra; gracias a ella crecerán y alcanzarán la plenitud" 1 Pedro 2:2.
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miércoles, 27 de abril de 2016
El desierto era una parte del camino que Israel debía atravesar hacia la tierra prometida, y Dios fue su proveedor. Aunque el desierto era un lugar difícil, Dios nunca faltó con Su provisión y protección, siempre suplió las diversas necesidades de Israel en éste complicado lugar. El desierto era un escenario de formación, en el que Israel debía conocer más a su Dios y crecer en su fe y fidelidad al Señor, pues la nueva tierra exigiría estas cosas...
CUANDO EL MANÁ DEJÓ DE CAER
“Al otro día de la pascua comieron del fruto de la tierra, los panes sin levadura, y en el mismo día espigas nuevas tostadas. Y el maná cesó el día siguiente, desde que comenzaron a comer del fruto de la tierra; y los hijos de Israel nunca más tuvieron maná, sino que comieron de los frutos de la tierra de Canaán aquel año.”, Josué 5:11-12.
Debemos agradecer a Dios la provisión y victorias del pasado, pero es necesario extendernos hacia lo nuevo. El maná es figura de la provisión divina del pasado. Dios tuvo cuidado de su pueblo mientras caminaban en el desierto, les dio a comer pan del cielo, la Escritura dice que “era como semilla, blanco, y su sabor como de hojuelas con miel”.
Fue la provisión de Dios en el desierto, en el pasado, ahora enfrentaban un nuevo tiempo. Por eso, Jesús dijo: “Vuestros padres comieron el maná en el desierto, y murieron… Yo soy el pan vivo que descendió del cielo; si alguno comiere de este pan, vivirá para siempre”, Jn. 6:49-51. Dios es propicio a nuestras necesidades en cada tiempo o periodo de nuestra vida.
Nuestro corazón debe mantener una comunión continua y sensible a la voluntad de Dios y a sus tiempos, pues el maná fue la provisión en el desierto, pero en la tierra prometida las cosas cambiarían. Dios por su Espíritu ha dispuesto revelarnos sus planes y diseños, esto implica sin duda una comunión íntima y constante, pues él se revela en el secreto.
Dios es propicio para cada tiempo de nuestra vida. Los frutos de Canaán representan lo nuevo de Dios. Ahora comienza un nuevo tiempo, hay cambios en su estilo de vida, pues por años salieron a recoger el maná que caía del cielo, pero ahora comienzan un nuevo tiempo, entran en una nueva tierra, algo nuevo ha llegado, y Dios lo deja claro, pues cesó el maná (bendición de Dios para el desierto, pero Dios mismo lo suspende, y ahora deben tomar los frutos de la nueva tierra).
En reemplazo del maná, ahora recogen los frutos de la tierra que Dios les había prometido, pues Dios no miente, él cumple Su palabra. Los mayores de veinte años habían muerto en el desierto, por su continua rebelión contra Dios, y los menores de veinte años son los que ingresan a la tierra prometida (A excepción de Josué y Caleb, Dios tuvo que hacerlo a través de una nueva generación), pero el Señor siempre cumplirá su propósito, aunque tenga que levantar una nueva generación. Entonces debemos ser entendidos de los tiempos de Dios para avanzar en lo que él ha planeado para nosotros y para nuestra generación.
El haber comido el fruto de la tierra prometida, panes y espigas nuevas, al otro día de la pascua, nos recuerda que después de participar de nuestra pascua (es decir, apropiarnos por la fe de la obra redentora de Cristo), iniciamos una nueva vida, donde nuestro espíritu se alimenta mediante el "pan fresco y diario" de la palabra de Dios, y es fundamental mantener ese anhelo cada día de nuestra vida, por eso dice la Escritura: "Como niños recién nacidos, busquen la leche no adulterada de la Palabra; gracias a ella crecerán y alcanzarán la plenitud" 1 Pedro 2:2.
El haber comido el fruto de la tierra prometida, panes y espigas nuevas, al otro día de la pascua, nos recuerda que después de participar de nuestra pascua (es decir, apropiarnos por la fe de la obra redentora de Cristo), iniciamos una nueva vida, donde nuestro espíritu se alimenta mediante el "pan fresco y diario" de la palabra de Dios, y es fundamental mantener ese anhelo cada día de nuestra vida, por eso dice la Escritura: "Como niños recién nacidos, busquen la leche no adulterada de la Palabra; gracias a ella crecerán y alcanzarán la plenitud" 1 Pedro 2:2.
Reflexión final: Los planes del Señor son perfectos, y lo correcto es disponer nuestro corazón para entenderlos y caminar en sus tiempos. Dios sabe lo que hace. Fortalezcamos nuestra comunión con Dios, y él nos revelará sus secretos y tiempos para bendición nuestra y de nuestra generación.
Te invitamos a leer: "LA VICTORIA SOBRE EL DRAGÓN Y SUS ÁNGELES".
Escrito por Pastor Gonzalo Sanabria
para Estudios y sermones. Autorizado para ser publicado simultáneamente en Mensajes y sermones para predicar y Web Recursos Cristianos.
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Dios es nuestro proveedor Alelulla amen.
ResponderEliminarDios es nuestro proveedor Alelulla amen.
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