La Biblia
nos enseña que cuando Pablo llegó a la ciudad de Éfeso, preguntó a aquellos discípulos:
“¿recibisteis el Espíritu Santo cuando creísteis? Y ellos respondieron: “ni
siquiera hemos oído si hay Espíritu Santo”. Estos discípulos no conocían la obra
y la persona del Espíritu Santo.
El Señor Jesús
ascendió, hoy día está sentado a la diestra del Padre celestial y volverá por
su iglesia. Hoy día estamos ante el ministerio terrenal del Espíritu Santo de
Dios. El Señor no dejó huérfanos a sus discípulos, por eso vino el Espíritu
Santo quien vive en nosotros. Por eso es vital conocer su carácter, su obra, su
manifestación, entre otros, el Espíritu Santo debe ser nuestro mejor amigo hoy
y siempre…
DONES, UNCIÓN Y CARÁCTER
Inicialmente
debemos identificar que el Espíritu de Dios promueve la santidad. Por eso
iniciemos observando en detalle el significado de su nombre desde el idioma griego,
entonces las palabras “Espíritu” y “Santo” traducen:
a) Espíritu: traducido del griego “pneúma”, que significa: viento, aliento,
espíritu, soplo.
b) Santo: traducido del
griego “jágios”, que significa: puro, sagrado, consagrado (a Dios).
Entonces esto
nos indica o hace referencia a uno que nos quiere llevar hacía la voluntad del
Padre celestial. Indica uno que redarguye al creyente, procura convencer de lo
malo y nunca llevará al hijo de Dios a desobedecer al Señor. Él procura generar
en el cristiano el carácter santo del Padre: 1 Pedro 1:14-16
“Como hijos
obedientes, no os conforméis a las concupiscencias que antes teníais estando en
vuestra ignorancia; sino que, así como Aquél que os llamó es santo, así también
vosotros sed santos en toda vuestra manera de vivir; porque escrito está:
Sed santos, porque yo soy santo”
Debemos tener
presente que la unción y los dones sobrenaturales se reciben, el Señor los da; mientras
que el carácter santo es el resultado de una formación (lógicamente en un marco
de acción divina y sometimiento del corazón del hombre).
Es un error
procurar los dones y la unción de Dios, sin desear el carácter santo que genera
el Espíritu Santo, ya que hallaremos cristianos ungidos sin madurez, es decir
unción sin el carácter de Jesús. Por eso es importante conocer los dones del Espíritu Santo,
pero ante todo debemos conocer y experimentar su naturaleza, obra y carácter.
La base fundamental
de la unción o poder del Espíritu es el carácter del hijo de Dios, por eso nos
dice la Biblia: “Al que tiene, más se le dará; pero al que no tiene, aun lo que
tiene se le quitará” Mateo 13:12, por lógica nadie deposita el valioso aceite
en un recipiente con un agujeros. Lo primero que haría sería repararlo para no
perder su aceite, por eso concluimos que el carácter es la fortaleza de la vasija
que contiene la unción o poder de Dios.
Podemos ver que es
posible operar en los dones poderosos de Dios sin experimentar el fruto del
Espíritu Santo. Al considerar 1 Corintios 12:7-10 podemos ver que nueve son los
dones del Espíritu Santo (estos son milagros, sanidades, profecía, fe,
discernimiento de espíritus, géneros de lenguas, interpretación, ciencia y
sabiduría), y Gálatas 5:22-23 nos muestra que nueve son las manifestaciones del
fruto del Espíritu de Dios.
Ésta igualdad de proporción: nueve dones y nueve
manifestaciones del fruto, nos muestra que ambos son fundamentales en la vida del
creyente. Debe haber entre estos (dones, unción y carácter) una armonía y equilibrio
que honre a Dios.
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Lamentablemente en
los hermanos de Corinto podemos ver que había poder y unción con una gran
ausencia de integridad, 1 Corintios 1:7 (estaban todos los dones sobrenaturales)
y 1 Cor. 1:11 (habían en la iglesia contiendas, además había inmoralidad,
murmuración, entre otras cosas, lo vemos también por ejemplo en Sansón (siervo
de Dios con una fuerza física sobrenatural, pero luchaba con su debilidad
moral). Por eso las dos cosas son muy importantes.
Conclusión:
Debemos desear todo lo que el Señor tiene para
nosotros, pero nuestros motivos deben ser los apropiados. Debemos procurar que
Cristo sea glorificado en todas las cosas. Nuestro mayor gozo es que Jesucristo
y que su reino sea establecido en la tierra. Debemos disponer nuestro corazón
para honrar al Señor con nuestra vida.
Escrito por Pastor Gonzalo Sanabria.
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