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domingo, 4 de diciembre de 2016
- 16:04
- Pastor Gonzalo Sanabria
- Dios, hace, nueva, nuevo, vasija
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Jeremías 18:1-2 “Palabra de Jehová que vino a Jeremías, diciendo: Levántate y vete a casa del alfarero, y allí te haré oír mis palabras”
En primer lugar debemos identificar la obediencia del profeta Jeremías. El Señor le dice: “Levántate”, mediante ésta palabra podemos ver ésta palabra una condición física y/o emocional. Quizá el profeta estaba agotado, o muy cómodo. Quizá emocionalmente afectado, pues la nación de Israel estaba desanimada pues Babilonia era el imperio que oprimía, y el pueblo hebreo estaba en decadencia moral y espiritual; fue aquel un tiempo de guerras y crisis.
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El ministerio del profeta Jeremías enfrenta oposición de sus hermanos hebreos y de otros profetas y reyes; básicamente por el contexto que vivían su mensaje fue de juicio, y tal vez todo esto había traído una sombra de desánimo sobre el profeta, pero el Señor le dice: “Levántate”. Era además de un mandamiento un desafió en medio de todo aquello que estaba viviendo.
El profeta Jeremías rinde su razón para obedecer por revelación. En ocasiones obedecer al Señor significa avanzar, aunque no comprendamos lo que está sucediendo; detrás de la obediencia están escondidos grandes milagros y poderosas bendiciones, como le sucedió a Elías con la viuda de Sarepta de Sidón. El Señor nos enseña varias cosas importantes en éste pasaje:
1) Dios sabe a qué lugar o ambiente nos conduce para enseñarnos (le dijo: “vete a casa del alfarero”).
2) Podemos concluir que la obediencia nos ayuda a avanzar hacia la revelación divina y hacia la bendición (Dios le dijo: “allí te haré oír mis palabras”).
3) Obedecer al Señor es vital para ser transformado, Jeremías 18:3 (el profeta “desciende”, quizá su residencia estaba en un lugar alto de la ciudad y debe descender; en ciertas ocasiones “descender” no es agradable, pero sin duda alguna es fundamental).
4) Por todo esto la casa del alfarero representa aquel escenario o ambiente dónde Dios trabaja en nuestro corazón.
Ahora vemos la restauración de una vasija, Jeremías 18:4a “Y la vasija de barro que él hacía se echó a perder en su mano”. Sin duda cuando el alfarero empieza su labor, ya tiene en su pensamiento que vasija hará. De igual manera el Señor ha planeado un diseño y propósito para cada una de nuestras vidas, esto es desde antes de la fundación del mundo.
En la elaboración de las vasijas (procesos con cada uno) podemos ver algunos afectados, recipientes quebrados, algunos soldados heridos. Entonces aunque el Señor tiene grandes planes y su amor por cada uno es inmenso, algunas veces la vasija se pierde en su mano, por dificultades del material (algunas cosas como dureza, impureza, falta de consistencia, piedras y artículos extraños, etc). Hablamos entonces de dones mal utilizados, líderes que se apartaron, soldados de Dios que caen y se quedan allí, resentimientos que nunca llegaron a un verdadero perdón, quizá otros se estancaron, entre otros.
Pero la Biblia nos enseña que el Señor tiene el poder para restaurar, por eso nos dice en éste pasaje: “y volvió y la hizo otra vasija, según le pareció mejor hacerla” Jeremías 18:4b. Es muy interesante ver que el alfarero hizo una vasija nueva y mejor, y también vemos que utiliza el mismo material, el alfarero no lo desechó. El Señor Dios no rechaza a nadie, y siempre hará cosas mejores. Dios es bueno y todopoderoso.
El Señor utiliza una técnica apropiada para cada uno de nosotros. Sin duda el alfarero conoce muy bien su oficio. En el taller del alfarero encontramos herramientas como la rueda, el barro, los hierrillos y desbastadores, estos utilizados para dar forma a la vasija, quitan las asperezas, y pulen los detalles del recipiente; y por supuesto también está el horno, el cual da la dureza correcta y estructura final a la vasija. El Señor requiere de nosotros rendición, un corazón manso y humilde, Jeremías 18:5-9.
Nuestro Señor es soberano, es bueno, santo y justo. Las manos de Dios son bondadosas con el humilde de espíritu, y fuertes con el corazón soberbio. Ahora vemos que cuando la vasija ha pasado por todo el proceso, al final el alfarero la decora, pues de allí saldrá a ocupar lugares importantes y participará de eventos reales.
De igual manera el Señor levanta sus vasijas a lugares de privilegio y bendición, depositando en ellas sus dones y tesoros, por eso dice la Biblia que somos “vasijas de barro, para que la excelencia del poder sea de Dios y no de los hombres”. Toda la honra es de Dios.
Reflexión final: Dios tiene grandes planes con cada uno, algunas veces estos planes sufren o se estancan. Pero el Señor tiene el poder para restaurar, ante un corazón humilde, Dios interviene con su poder sanando y levantando al que ha sido herido.
Escrito por Pastor Gonzalo Sanabria.
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