Ante la dificultad o ante la crisis debemos mantener presente
la palabra de Dios: “¿De dónde vendrá mi socorro? Mi socorro viene de Jehová
que hizo los cielos y la tierra”. Él es nuestro proveedor y protector.
Ante las crisis o problemas de la vida una
persona cristiana puede sentirse tentada a buscar ayuda en muchas cosas,
practicas, personas, etc, incluso consultar a hechiceros. Asunto que está mal
delante de Dios, lo correcto es acudir a Cristo, orar y clamar buscando su
ayuda, él siempre escucha las oraciones sinceras de sus hijos…
Nuestra
confianza está en Dios.
El pueblo de Dios ha sido, es y será un pueblo especial
entre todos los pueblos de la tierra. Nos dice la Escritura en 1 Pedro 2:9 “Vosotros
sois linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo adquirido por Dios”.
Eso hace que para nosotros Dios sea el centro, motivo y meta de nuestra vida.
Por eso nuestro caminar es señalado por la palabra de Dios, y no según el mundo
natural e incrédulo.
Nos dice Éxodo 34:25-26 “No ofrecerás cosa leudada junto
con la sangre de mi sacrificio, ni se dejará hasta la mañana nada del
sacrificio de la fiesta de la pascua. Las primicias de los primeros frutos de
tu tierra llevarás a la casa de Jehová tu Dios. No cocerás el cabrito en la
leche de su madre”.
La Biblia nos enseña que el pueblo de Israel no debía realizar
prácticas como las de los pueblos cananeos, cosas abominables para Dios. Recordemos
que la levadura hace referencia al pecado y su poder de corrupción, en la
mayoría de sacrificios que presentaban al Señor no estaba presente, pues su
ausencia simboliza pureza.
La expresión “cocinar el cabrito en la leche de su madre”
era una práctica antigua cananea. Otra versión dice: “No guisarás el cabrito en
la leche de su madre”. Los cananeos realizaban un rito mágico en el que
cocinaban el cabrito en la leche materna y luego rociaban con ella la tierra esperando
obtener cosechas abundantes.
Nosotros como pueblo de Dios no nos guiamos por el signo
zodiacal, no usamos plantas que atraen la buena energía, ni usamos amuletos; nuestro
corazón está confiado en Jesucristo, en él nos han sido dadas todas las
bendiciones.
Es Dios quien bendice la tierra y prospera la obra de
nuestras manos, nuestra bendición viene de Jehová que hizo los cielos y la
tierra. Por eso también dice la Escritura: “Puestos los ojos en Jesús” pues
toda nuestra vida depende de Cristo. Él es nuestro salvador, sanador,
protector, proveedor, en fin, él es nuestro todo.
Conclusión:
Nuestra corazón debe y puede estar confiado en el poder y cuidado de Jesucristo
nuestro Señor. Sin fe es imposible agradar a Dios, cuando confiamos en él nunca
seremos avergonzados. Él sabe qué hacer y a dónde nos lleva, y siempre será al
mejor lugar.
Escrito por Pastor Gonzalo Sanabria.
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