Dios mío, ayúdame a hacer tu voluntad.

Dios mío, ayúdame a hacer tu voluntad. Cuídate de la amistad con el mundo (Santiago 4:1-5). Como podemos ver Santiago no habla aquí de las guerras entre naciones, sino de conflictos entre los mismos hermanos y el origen de estas diferencias está en las pasiones de la  naturaleza pecaminosa del ser humano (deseos personales y egoístas)... 

Debemos ser conscientes de que no tenemos sólo una batalla contra seres espirituales de maldad en las regiones celestes, también vivimos una batalla interior, son aquellos malos motivos nacidos de nuestro propio ego, pasiones que procuran satisfacer los placeres propios.    

      

Santiago plantea por lo menos dos motivos por los que no podían conseguir lo que deseaban: No pedían a Dios, y él es el dador de bendiciones; y pedían pero para complacer sus deleites personales. Utiliza Santiago la expresión “almas adulteras” para referirse a la infidelidad de ellos hacia Dios.   

 

La amistad con el mundo es enemistad contra Dios. Toda relación con personas, poderes, cosas, etc, que sean indiferentes o resistentes a Dios, es enemistad con él. La misma Biblia nos enseña que Dios es celoso y por eso él no tolera ni acepta una consagración parcial. De hecho el Señor ha puesto en nosotros su Espíritu, el cual procura acercarnos a Dios y vivir para él.      

Dios exalta el corazón humilde (Santiago 4:6-10).

Sin duda en éste mundo vivimos dificultades y conflictos, pero el Señor nos da mayor gracia, poder de Dios que viene y opera en el corazón humilde, pues el soberbio procura bastarse a sí mismo. Esa gracia de Dios demanda sometimiento a él, entonces el sometimiento es una expresión de verdadera humildad.    

Es muy interesante ver que Santiago dice: “Resistid al diablo, y huirá de vosotros” pero lo dice después de expresar: “Someteos a Dios” lo que nos recuerda que la humildad y el sometimiento a Dios es una fortaleza de autoridad para vencer al enemigo.

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El consejo ahora es “Acercaos a Dios”. La amistad con Dios implica comunión con él, búsqueda de su presencia y de manera consecuente esto provoca un alejamiento del mal y del mundo. Por eso la comunión con Dios transforma nuestra conducta, purifica los motivos de nuestro corazón, y genera un ánimo constante y perseverante.

Los versículos nueve y diez nos recuerdan la importancia del genuino arrepentimiento. Un volverse a Dios con corazón humilde que no sólo reconoce su condición, sino su gran necesidad del Señor. Es fundamental rendir todo nuestro corazón a Dios sin reservas, pues son precisamente éstas las que se oponen a la voluntad del Señor. Dios exalta al de corazón humilde.   

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(Escrito por Pastor Gonzalo Sanabria). 

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