Introducción:
El Señor Jesús resucitó al tercer día y luego dio instrucciones a sus
discípulos, ascendió y se sentó a la
diestra del Padre Celestial. Ahora el Espíritu Santo vive dentro de cada hijo
de Dios, él enseña, redarguye, capacita para cumplir con el plan del Señor. Por
todo esto es muy importante como cristianos desarrollar una comunión constante
y de calidad con el Espíritu de Dios…
Una nueva vida en Jesucristo
Tito 3:4-5 “Pero cuando se manifestó la bondad de Dios nuestro
Salvador, y Su amor hacia la humanidad, Él nos salvó, no por las obras de justicia que nosotros
hubiéramos hecho, sino conforme a Su misericordia, por medio del lavamiento de
la regeneración y la renovación por el Espíritu Santo”
El amor es la
mayor fuerza o poder que existe en todo el universo, natural y espiritual. El Señor
Jesús se hizo hombre y dio su vida en un marco doloroso y de mucha vergüenza, todo
esto debido al pecado del ser humano, él resucitó para dar perdón y vida a toda
persona que en él cree, sin duda éste sacrificio muestra el gran amor de Dios
por la humanidad.
Vemos según el pasaje bíblico que
la Gracia de Dios no llegó a los hombres por méritos de éstos sino por la misericordia
divina. Ese amor alcanza a toda persona no sólo para cubrirlo con su perdón,
sino que trae el poder para ser transformado y tener una nueva vida en Cristo. Por
eso no importa la condición del ser humano, sus errores, su maldad o pecado, la
persona puede ser transformada por Dios. El Señor sólo espera encontrar es un
corazón que reconoce su condición y necesidad.
El pasaje
bíblico de hoy nos enseña sobre la “regeneración”, ésta palabra es traducida
del término griego: “palingenesia”, que además traduce: renacimiento, nuevo
nacimiento, nueva creación, nuevo linaje. Entonces se refiere al nuevo
nacimiento del que habló Jesús en Juan 3, habla de aquella naturaleza divina
que nos es dada en el momento en el que le entregamos la vida a Jesús, y nos convertimos en hijos de Dios.
Ésta regeneración implica o demanda el lavamiento (desde el griego
significa: baño, lavadero, purificación), es entonces un acto inevitable a
causa de la impureza del pecado. La sangre de Jesús nos limpia de pecado.
El evangelio de Juan 3:3-6 nos enseña
sobre la vital necesidad de “nacer de agua y del Espíritu”, esto coincide con las
palabras en la Carta de Pablo a Tito pues nos habla del lavamiento (agua) y de
la regeneración (aquella obra del Espíritu Santo). Pero ¿Qué limpia el pecado
del ser humano? Sólo la poderosa y única sangre de Jesús (precisamente por esto
es que el nuevo nacimiento requiere arrepentimiento, pues este es un componente
fundamental para vivir una real transformación).
Lo nuevo de Dios demanda un
corazón nuevo. La fe espera cosas nuevas y mejores de Dios...
En la Escritura
el agua también representa la Palabra de Dios, por eso nos dice por
ejemplo: “Cristo se entregó por ella (la iglesia) para santificarla, habiéndola
purificado en el lavamiento del agua por la palabra”. Vemos pues que viene el
Espíritu de Vida (Romanos 8:2) y engendra la vida de Jesucristo en el cristiano,
el Espíritu de Dios es derramado en cada uno de nosotros renovando la vida (significa
que trae lo nuevo de Dios y lo enseña al nuevo cristiano).
Todas estas verdades
y tesoros de Cristo son enseñados por el Espíritu Santo en el espacio de la comunión
íntima con Dios, por eso nos dice la Biblia: “Cosas que ojo no vio ni oído oyó,
son las que Dios ha preparado para los que le aman”. Él se deja ser hallado de
los que le buscan.
Conclusión: El Señor desea ayudar al hombre, por supuesto esa ayuda está
sujeta a la disposición de cada uno. Cuando el corazón es humilde, reconoce su situación
y se acerca al Señor hallará la gracia divina, Dios derramará su poder
transformador a través del Espíritu Santo la persona experimentará una nueva
vida.
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Escrito por Pastor Gonzalo Sanabria.
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